¡Ocho niños, ocho¡ fueron trasladados al recinto ferial para introducirlos en el Circo Mundial de la "calle del infierno" de Sevilla.
Mi mujer y yo, únicos domadores.
Todos en el coche como in illo tempore, unos encima de otros, al buen tun tun. De vez en cuando tenía que dar la voz de alarma: ¡niños, agacharse, que viene la pasma!
Salieron como fieras, y Reyes y yo nos reíamos después, condescendientes, del tío del látigo y los tigres.
Me impresionó la capacidad del ser humano para conseguir lo increíble: los equilibristas, sin red, que me hacían llevarme las manos a la cabeza, la mujer pulpo, que con manos y pies daba vueltas a cinco esferas, los trapecistas, los caballos, los payasos…
La señora de atrás, bien entrada en años, y que disfrutó de lo lindo, manifestaba su alborozo ruidosamente y lanzaba sus comentarios sin rubor-¡ eso, eso sí que tiene mérito- mientras el atleta se jugaba la vida a 15 metros del suelo sobre la "rueda de la muerte"- y no los funcionarios, todo el día detrás de una mesa!- ¡Glup!.
Aparecía un joven en una motaza de cuatro ruedas que lanzaba ¡hasta cinco pelotas al aire! Y la referida dama comentaba admirada ¡Anda, toma, con siete pelotas!.
El espectáculo, como ven, no sólo estaba en la pista.
El circo tiene su punto de melancolía. Cuando se apagan las luces se ve la realidad prosaica de las tramoyas, los cables, los armazones de metal, los restos de basura del “respetable”…que los focos fascinantes ocultan
Pero los niños lo pasaron en grande: Pilar, que a sus cuatro años no sabía muy bien de que iba aquello, antes de entrar me decía impaciente:¿Cuándo nos vamos a "montar” en el circo?
¿Qué si mereció la pena?
Santiaguito, con su paquete de palomitas en la mano, en su papel de niño de cinco años, sin apartar la mirada de la pista, me desarmaba diciendo: ¡¡Papá, gracias por traernos a este sitio!!
Gracias por traerme también a mí a este sitio. Cómo lo he disfrutado, empezando por el coche ácrata. Extraordinaria entrada.
ResponderEliminarGracias por tu generosidad, Enrique. Un abrazo.
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