Acostumbrado a la barahúnda de la mesa rodeada de niños- pásame el kétchup, ten cuidado con la jarra del agua, no te abalances sobre la comida- cuando me faltan tres, me siento como un abuelo solitario. Todo tan silencioso. Se tarda en recoger un segundo, con cualquier cosa se apaña una cenita...
Lo que son las cosas, hay momentos en que desea uno expulsar a latigazos, o a guantazos, a la prole ruidosa y sin embargo, cuánto se la echa de menos cuando no están.
Deseando que vengan de la playa estoy... después no me dejen quejarme.