miércoles, 30 de noviembre de 2016

viernes, 25 de noviembre de 2016

Mi amigo güelfo

Siento que participé ayer en un acto  memorable. La presentación de "Memorias de un Güelfo desterrado" de Armando Pego Puigbó.
Jaime Galbarro, de la editorial, condujo el acto con maestría.
Lutgardo García Díaz había elaborado una pieza exquisita, una acertada filigrana. Es, además de un gran poeta, un gran orador y prende al auditorio desde las primeras frases, mientras va hilvanando un discurso  bien trabado, ingenioso, lúcido y ameno. Exactísimo. Redondo. Cuando concluye, tenemos la fresca sensación de haber escuchado una hermosa sonata de Mozart hábilmente ejecutada.
Con estos mimbres, me allanó el paso, de tal manera que hubiese sido un necio si no hubiese aprovechado a un público ya rendido. No tuve más que enmarcar los textos que había seleccionado para que los asistentes pudieran atisbar la profundidad de la obra.
Hay momentos mágicos, únicos. Cuando se fueron desgranando las palabras del autor, tan profundas, tan verdaderas, tan conmovedoras; cuando pasando del texto se iban pronunciando y resonaron en la pequeña sala, se produjo un efecto casi sacramental. Como un hálito indefinible nos unió a todos. Al concluir el pasaje de la muerte de su padre con  las palabras de Tobít  ¡Te veo, hijo, luz de mis  ojos! o el de la exhumación ante los restos de la sepultura de los hermanos con la frase paterna "Chato, no queda nada de él", el silencio era tan intenso, que todos  sentimos, que estábamos ante algo inefable. Tanta verdad abrumaba.

Yo disfruté muchísimo. Agradezco infinito al autor la oportunidad que me dio de ser su portavoz.

Armando, concluyó con un texto luminoso donde, con la inteligencia y erudición que le caracteriza,  nos adentró en el significado personal de su obra.

Lo recordaré siempre. En esa pequeña sala, en una  noche íntima de noviembre en Sevilla, sin estridencias,
casi sottovoce,  tuvo lugar un hecho grande, importante y solemne.
Yo estuve allí. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Cada cual que haga su lista



Aunque a mí me parece el escrito perfecto, no tengo más remedio que indicarle a Pilar las faltas de ortografía, que son, precisamente, lo que a mi me hace verlo tan perfecto, por su ingenuidad y por todo lo que le queda por aprender. Llegará el día en que escriba sin errores, pero ya no será la carta de los Reyes Magos.

martes, 15 de noviembre de 2016

PASA JESÚS NAZARENO


A su regreso, parado  ante el magnifico retablo cerámico del Cristo del Amor

Han salido 220.000 personas a la calle a ver el Gran Poder en su salida extraordinaria. Eso son como 4 o 5 veces los habitantes de una ciudad de provincias .
Ha pasado por la puerta de mi casa a la ida y a la vuelta de la Catedral, se ha parado ante ella y ha seguido su camino.
Un silencio hondo y antiguo acompaño al Señor.
La gran plaza enmudeció cuando aparecieron los ciriales. Como un manto el silencio se extendía y el Señor pasaba entre una multitud ingente que, sobrecogida, era como si no existiese. Un ciego, con su hipersensibilidad, sólo hubiese notado el raro sonido de miles de respiraciones acompasadas y cientos de alientos contenidos, y quizás, el leve click de los móviles, de miles de aparatos capturando el instante, tributo que ha de pagarse a la modernidad.
Sólo una vez que concluyó la procesión, cuando uno se repone de la impresión se percata  de ese fenómeno.
220.000 personas de todas las clases sociales, de todas las edades, comportándose con un decoro y un saber estar que creíamos perdido.
Me reconcilia con mi ciudad y con la Semana Santa que es capaz de estos prodigios.
Alejado de la ordinariez imperante, de lo pretencioso, de la farfolla ruidosa, de la ostentación chabacana, de la trompetería infame que parece que se apodera de ella y que tantas veces nos hace mover la cabeza con el desesperado ¡ no es eso, no es eso!.  Sólo por una experiencia como esta se redime todo lo demás, como un solo justo redime una ciudad.

El ciego de Jericó, no hubiese necesitado preguntar, un silencio inmenso le contesta rotundo: es Cristo que pasa.
A la ida a la catedral. El silencio es clamoroso

martes, 8 de noviembre de 2016

XXV Años de Derecho: regreso al pasado.



Me incorporan a un grupo de wasap a primeros de septiembre, porque se está organizando un almuerzo para celebrar los veinticinco años de haber salido de la carrera.
Ni me acordaba que había pasado tanto tiempo. En principio no me hacía una especial ilusión porque a mis amigos, que siguen siendo mis mejores amigos, los sigo viendo y a los que no, para qué.
Craso error. Nunca imaginé que me lo iba a pasar tan bien, precisamente porque había muchos que no veía desde entonces y fue una verdadera experiencia el reencuentro.

Me pareció que ya que se hacía la celebración se complementase con algo más solemne, por ello propuse un acto en el Paraninfo, con la presencia de algunos profesores y una misa de acción de gracias en la capilla universitaria (a pesar de las protestas ¡increíble! de dos personas, que incluso se salieron del grupo por esto último).
Pues fue un exitazo. En el Paraninfo, tan solemne, rodeado de cuadros barrocos y retratos de reyes y reinas, pasamos un rato estupendo. Antonio Alfonso, amigo, compañero de clase, actual profesor de Administrativo e hijo de uno de nuestros más queridos profesores de entonces, disertó sobre pasado y presente en la Universidad. A pesar de que trató de ser serio y formal no dejó de transmitir la simpatía que siempre le ha caracterizado. El profesor Domínguez Plata, que nos dio prácticas de Civil, y al que realmente asalté hace un mes requiriendo su colaboración, lo bordó. Estuvo cercano y verdaderamente amable representando a la Universidad. El que suscribe lanzó un speech sobre illo tempore, hilvanando recuerdos y anécdotas, y disfruté enormemente haciéndolo. Mi amigo Salva Jiménez, hoy Abogado del Estado, lo grabó todo con el móvil y lo que me ha gustado más al escucharlo han sido sus risas de fondo, que hace el efecto de las que enchufan enlatadas en las series de humor.

Ante la impresionante talla de Juan de Mesa, ese Cristo de la Buena Muerte, al que tantos estudiantes han rezado durante generaciones, la misa fue sencillamente inolvidable. D. Álvaro Pereira además de sacerdote es joven, inteligente y alegre, conjunción perfecta ahora, imagínense cuando deje ser joven…

No sé bien cómo explicar las sensaciones de este reencuentro, que fue emotivo para todos los que fuimos. Hasta para los más reacios a las sentimentalidades. Y es que se crea un climax en el que pronto quedas imbuido. Comienzas a distinguir caras que estaban en una nebulosa y que poco a poco se van clarificando, hasta que de pronto tienes como una iluminación.  Ah, es verdad - dices de repente-  si este es fulanito, si aquella es la que me dejaba los apuntes, si este otro era… y así constantemente.
Como los que van lo hacen porque tienen unos recuerdos más o menos gratos de entonces, el que no, se queda en casa, hay como un hilo o vínculo que une a todos. Un sustrato de la felicidad de los veinte años, un rescoldo de nostalgia que se enciende y crea como una hoguera de recuerdos alegres, de experiencias compartidas que resucitan y que creías olvidadas. Por unas horas has vuelto al pasado. Esto como no suele ocurrir, crea un estado de conmoción, una especie de divertida euforia que duró, como la Cenicienta hasta que dieron las campanadas de la medianoche.

A pesar de la calvicie y la presbicia, todos estábamos bastante reconocibles, las niñas más y echamos una jornada memorable. Ya en los cincuenta no sé qué sucederá.

lunes, 7 de noviembre de 2016

NI TRUCO, NI TRATO

Estados Unidos tiene muchas virtudes, y mucho qué agradecerle, desde la Coca Cola, a sus pedazos de películas, o habernos salvado dos veces en las Guerras Mundiales, o ser el baluarte del capitalismo frente a los horribles y sanguinarios totalitarismos comunistas…
No seré yo quien no se lo agradezca, pero también son unos horteras de tomo y lomo y esta Europa nuestra, cada vez más plebeya y ordinaria, no deja de escapar la oportunidad de asumir todas esas “tradiciones” ajenas.
Lo que es asumible e incluso admirable localmente, se convierte en un espanto cuando se traslada fuera de las fronteras.
Dentro de poco nos vemos comiendo pavo el tercer jueves de noviembre (o el que sea) y no es que me parezca mal el Thanksgiving day, es que me parecería estúpido celebrarlo en Madrigal de las altas Torres o en Garrobillas de Alcornétar, es un poner.
Cada uno que se divierta como le venga en gana, faltaría más, pero me reservo mi opinión sobre ello, faltaría más también.

Y lo digo, odio halloween, odio los fantasmas, las brujitas, los trucos y los tratos, es una horrenda horterada, un esperpento y una catetada, y el que quiera que se disfrace de monstruo sangriento o de zombi asqueroso, pero en mi casa está absolutamente prohibido la mínima mención a este aquelarre, no digamos introducir ni media calabaza.