viernes, 25 de noviembre de 2016

Mi amigo güelfo

Siento que participé ayer en un acto  memorable. La presentación de "Memorias de un Güelfo desterrado" de Armando Pego Puigbó.
Jaime Galbarro, de la editorial, condujo el acto con maestría.
Lutgardo García Díaz había elaborado una pieza exquisita, una acertada filigrana. Es, además de un gran poeta, un gran orador y prende al auditorio desde las primeras frases, mientras va hilvanando un discurso  bien trabado, ingenioso, lúcido y ameno. Exactísimo. Redondo. Cuando concluye, tenemos la fresca sensación de haber escuchado una hermosa sonata de Mozart hábilmente ejecutada.
Con estos mimbres, me allanó el paso, de tal manera que hubiese sido un necio si no hubiese aprovechado a un público ya rendido. No tuve más que enmarcar los textos que había seleccionado para que los asistentes pudieran atisbar la profundidad de la obra.
Hay momentos mágicos, únicos. Cuando se fueron desgranando las palabras del autor, tan profundas, tan verdaderas, tan conmovedoras; cuando pasando del texto se iban pronunciando y resonaron en la pequeña sala, se produjo un efecto casi sacramental. Como un hálito indefinible nos unió a todos. Al concluir el pasaje de la muerte de su padre con  las palabras de Tobít  ¡Te veo, hijo, luz de mis  ojos! o el de la exhumación ante los restos de la sepultura de los hermanos con la frase paterna "Chato, no queda nada de él", el silencio era tan intenso, que todos  sentimos, que estábamos ante algo inefable. Tanta verdad abrumaba.

Yo disfruté muchísimo. Agradezco infinito al autor la oportunidad que me dio de ser su portavoz.

Armando, concluyó con un texto luminoso donde, con la inteligencia y erudición que le caracteriza,  nos adentró en el significado personal de su obra.

Lo recordaré siempre. En esa pequeña sala, en una  noche íntima de noviembre en Sevilla, sin estridencias,
casi sottovoce,  tuvo lugar un hecho grande, importante y solemne.
Yo estuve allí. 

3 comentarios:

  1. Ignacio, lo describes con una exactitud tan emocionada que qué puedo añadir que no sea, íntimo, decirme de ti: ¡Maestro, amigo!

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    1. Acabo de descubrir tu blog, Ignacio. Vengo del blog Cultura de Sevilla, de Sergio Harillo, tu entusiasmo por su entrada me llamó la atención. Lo que voy viendo me gusta, así que ya tienes a una nueva seguidora.
      Saludos desde el Aljarafe.

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    2. Muchas gracias, M. Carmen. Espero que mos sigamos viendo virtualmente. Un cordial saludo

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