Hay veces en que coinciden los astros de manera que todo resulta perfecto.
La voz de la soprano catalana no puede ser más bella, la orquesta barroca de Sevilla, una de las mejores de Europa, sonó empastada, sincronizada, con matices emocionantes. La chelista, el primer violín y, sobre todo, el oboe de amor, que acompañaron a la voz en muchas de las canciones, fueron excelsos.
El repertorio espléndido, Bach y Telemann, nada menos.
En ese vórtice de belleza daba gracias a Dios que hizo tales maravillas. ¡Tantas veces no somos conscientes de lo que tenemos! Allí estábamos un grupo de privilegiados ante los cuales se habían confabulado los hados para crear un exquisito momento.
Esa música barroca tan bien compuesta, tan ligera pero a la vez tan bien ordenada, tan sutil, pero tan complicada en su aparente sencillez, es- pensaba- como si las matemáticas se pusiesen a danzar, como si las fórmulas tan áridas y serias se diesen un respiro. No sé como será la música de las esferas, pero seguro que no se aleja de ese gracioso contrapunto que escuchamos el otro día.
No es fácil llegar a esto.
Tuvo que nacer Bach, y componer su obra, ¡¡que ya es!!, los músicos dedicarse largos años a prepararse para tocar hoy, la soprano poseer y educar una garganta mágica con gran tesón y esfuerzo para producir esos sonidos transparentes, construir un teatro con una acústica perfecta, con la técnica que permita esa sonoridad excepcional, los lutieres elaborar los instrumentos de manera que resuenan con matices increíbles y todo armonicamente ensamblado da lugar a esta delicada interpretación que nos deja sin aliento. Seguramente, ni el propio Bach pudo nunca escuchar sus obras con esta calidad de hoy.
Mi amigo Rafael Llamas fue el que me advirtió que por nada del mundo me perdiera el concierto y cuánto se lo agradezco.
A la salida pude saludar a algunos músicos y al excelente oboista. No pude conocer a Nuria Rial, por eso desde que aquí me pongo a sus pies y me inclino ante ella, agradecido por el momento de emoción que nos regaló.
¿Qué precio tiene eso?
Exaltado regresé a casa. Al pasar por la Plaza Nueva, en la secreta capilla de San Onofre, donde late permanentemente la llama ante el Sagrario, bajé de la bici y entré unos segundos. ¡¡En acción de gracias, claro, laus Deo!!