Y de repente se hizo el silencio.
Sólo dos niños. Los tres mayores están en la playa santificando aún más a mi querida cuñada, que ha tenido la valentía y delicadeza de llevárselos a Sanlúcar.
El fin de semana ha sido un lujo asiático. Para mayor dicha, Santiago, se fue al campo el sábado, con un amigo.
¡Sevilla, a más de 40 grados, sólo con un niño, mejor aún que Baden-Baden!
Calles solitarias entoldadas. Acompaño a Reyes a las rebajas, con tiendas heladas, vacías y llenas de ofertas. Desayuno con zumo de naranja natural en la azotea, con los jazmines mañaneros medio dormidos como nosotros y sobre todo, el silencio, un silencio ensordecedor. Teles apagadas, tablets sin música. No gritos, no peleas…
Cuando recoger el desayuno supone enjuagar dos tacitas, uno se da cuenta de la barahúnda en la que estamos inmersos en una jornada ordinaria; cuando las cinco fieras se disponen a zamparse toneladas de galletas, cereales, tostadas… con paté, con Tulipán, aquel otro con aceite.
¡Yo no quiero esa que está quemada, yo te dije con mantequilla, esa era la mía, mira como te has puesto de Cola-Cao, mi vaso es el amarillo… ¡ y al final, siempre un vaso de leche derramada, migas por el suelo, galletas mojadas y espachurradas en la encimera…! y cuando está todo recogido, y el friegaplatos a tope y la encimera impoluta, llega el despistado que estaba jugando con el móvil, diciendo que le falta su leche… y otra vez el Cola-Cao espolvoreado por la mesa y galletas trituradas por el suelo… ¡una batalla!
Hoy no.
Periódico, lectura, regar las macetas… paseo a mediodía, almuerzo en el pequeño bar cercano que deseábamos estrenar desde hace meses, con unas alitas crujientes con salsa Kimchee (algo muy sofisticado, según nos explico el camarero, de riguroso luto, of course, como es la moda)
¡pollo con tomate! resumió Pilar cuando lo vio llegar, mientras, encantada, se zampaba la hamburguesa del menú que, previamente, habíamos adquirido en el Burguer King (patatas, zumo, helado y regalo, todo incluido)
Siesta con aire acondicionado. Silencio, mucho silencio. Fuera 40 cuarenta grados a la sombra. Piscina, para condescender con la pobre de Pilar. Misa, y por la noche...
cena a la luz de las velas, con un surtido de quesos franceses del Aldi y el Lider, baratísimos y buenísimos, altamente recomendables. La botella de vino blanco bien fría, escargots bien especiados y calientes (por aquí le llamamos caracoles) y unos a modo de blinis para untar (tostaditas, bolsa 80 cts del Día).
Música de fondo.
La luna, casi llena, colgada del alambre, junto a los farolillos con candelas. Las cúpulas encendidas, las estrellas titilando como las velas de Ikea.
Bailamos juntos y lento (no tuvimos más remedio), ante el pasmo y las risas de Pilar.
Después, “Cine de Verano”. Sobre la gran pantalla blanca de la pared, las imágenes proyectadas: “La Ley del Silencio”.
El aire se levanta, en la noche calurosa y mueve los jazmines, que tiemblan ligeros, y esparcen su olor intenso. Pilar se ha dormido.
Reyes y yo, en las tumbonas, no nos lo creemos. Fin de semana de relax en una casa (casi) sin niños.
¿Qué mejor Spa?