Si hay una cosa por la que merece la pena luchar y mojarse y quedar en evidencia es por esto de la vida, de la vida sagrada del ser humano.
La medida de ofrecer escuchar el latido de un hijo en el vientre de su propia madre antes de acabar con él ha causado una feroz oposición, han saltado como endemoniados ante el agua bendita las huestes que consideran el aborto un derecho.
La perversión es mayúscula. Cómo se tergiversa el lenguaje para engañar: “interrupción voluntaria del embarazo”. Efectivamente lo es, pero también es decir “matar al feto en tu propio vientre” “parar el corazón de un hijo en el seno materno”, en definitiva matar a una criatura que va a nacer.
La eficacia de la medida (dicen las estadísticas que sí lo es) no es necesaria para justificar su implantación, ya me vale el hecho de que que estalle en la sociedad y retumbe como el golpe de un cañón. Ya ha merecido la pena. No sé a quien beneficiará más, si al PP, a Vox o a Pedro Sánchez. Realmente me da igual, sé que beneficia a todos desde el momento en que como un aldabonazo resuena el corazón de un niño que va a nacer en el silencio anestesiado de esta sociedad que mira para otro lado. (Doce años un recurso en el constitucional paralizado, veremos que rápido ahora con la mayoría “progresista” y que vergüenza esto haber normalizado el tildar a los jueces como de uno u otro bando, sin sonrojarse)
Que no es momento, que no conviene, que se le hace el juego a este o aquel… No, siempre es momento de defender al débil y evitar la masacre.
Siempre es momento de oponerse al mal sin ambages. Siempre es momento de oponerse a la esclavitud, por ejemplo, o al asesinato de judíos. El aborto toca ahora porque está consentido y además se le llama derecho. Otros males, en otras épocas y lugares admitidos, ya son reconocidos como criminales, lo pavoroso del aborto es que ya no se considera un mal, ni siquiera un mal menor, sino ¡un bien!
Por eso se aplaude en las cortes cuando se aprueba una ley que facilita la matanza y se grita con furia cuando se establecen medidas disuasorias, por minimísimas que sean, ya ves, “ofrecer la posibilidad” de escuchar un corazón…
Las masas abortistas que impiden incluso rezar silenciosa y pacíficamente ante las clínicas no quieren que las mujeres dejen de abortar. ¿No es tremendo esto? Prefieren que, en la disyuntiva, la mujer aborte, están encantados con las estadísticas que dicen que cada año hay más abortos, ven el crecimiento de esas cifras como un logro ¿cabe perversión mayor? Quieren que la mujer no sea consciente de lo que hace y que se deshaga de su hijo como el que se quita una muela molesta..
Por eso bienvenido sea el sonido poderoso del corazón que toca corazones, el latido que despierte las conciencias. Que resuene en medio del silencio de los inocentes y no cese: pom -pom-pom-pom-pom...