Llegué con mi bicicleta 10 minutos antes y saqué una entrada de penúltima fila de "paraíso".
Duelo barroco entre Anne Hallenberg y Vivica Genaux. Al frente de la orqueta barroca de Sevilla el suizo Diego Fasolis.
El teatro estaba casi completo, menos algunas filas del final. Me coloqué sólo en una, más abajo de lo que me correspondía, en el pasillo, de modo que pude cruzar las piernas arrellanarme y extender el brazo sobre el respaldo del asiento de al lado sin molestar a nadie. Como si estuviera en mi propia casa y tocando para mi.
El programa alternaba Haendel y Vivaldi y a una y otra mezzo.
El duetto de Julio Cesar "Son nata a lagrimar"nos dejo sobrecogidos y cuando comenzó la segunda parte y la Genoux cantó el "Veldro col mio diletto" de Giustino de Vivaldi quedamos extasiados. Anne Hallenberg continuo con "scherza infida" de Ariondante donde alcanzo la cumbre y me emocionó hasta las lagrimas.
El público era otro, silencioso, educado, dejaba que flotase la última nota en el aire, el último silencio antes de romper el hechizo con calurosos aplausos. Yo lancé con entusiasmo desde lo alto mis voces de bravo, bravo.
Como propina la sueca nos deleito con la famosa aria de Rinaldo
Con los ojos cerrados, sin nadie a mi alrededor, en la penumbra, con las voces elevándose transparentes, puras, alcancé cotas de deleite incomparables. Cómo me acuerdo de mi padre en esos momentos y me conforta saber que esa cima de belleza la goza multiplicada.
Por 26 euros, nada más, estuve de verdad, de verdad, en el paraíso.