Leo un artículo de Ana Rodríguez de Agüero sobre los hijos con el que me identifico plenamente.
Esta mañana hemos estado ordenando la salita. Los libros nos desbordan. Necesitamos hacer un gran armario estantería en el salón, donde quepan cientos de libros y la "vajilla buena" que está aún embalada desde hace años y los niños ni conocen. También tenemos que reformar todas las ventanas de la casa. Después de casi cien años, creo que ya han cumplido con creces; los conceptos de transmitancia térmica, aislamiento acústico, eficacia energética... quedan muy lejos de ellas.
Durante la comida la conversación deriva y sale a colación que en una familia con niños siempre hay prioridades que demoran otros proyectos.
Miro a Santiago y le digo con pena que él es el armario del salón y Pilar la obra de las ventanas.
Es tan disparatada la comparación, tan grotesca y al mismo tiempo tan real que todos quedamos convencidos.
La escala de valores recupera su equilibrio.
Santi y Pilar se ríen de oreja a oreja y ya nadie echa de menos el Pladur ni el Climalit.