martes, 24 de noviembre de 2015

SOS

Y me iba relatando su excursión a una fábrica de arroz (SOS) con tal entusiasmo que yo apenas le escuchaba, no hacía falta. Cómo movía las manos, el tono de la voz, los ojos asombrados, las interjecciones... no permitía que apartase mi atención. ¡pero mira, papá, mira! y seguía... el ruido de las máquinas, la rapidez de las empaquetadoras ¡uno por segundo!...
Mucho mejor que si yo hubiese estado allí. Impagable.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Real Maestranza de Sevilla

Son los maestrantes unos señores muy serios y circunspectos
Que llevan unos trajes siempre sobrios y unas corbatas que jamás transigen con los colores del mundo.
En realidad, no transigen con casi nada del mundo y de sus modas, gracias a Dios, y son un reducto de buen gusto en este mundo nuestro tan ordinario.
Como tienen que demostrar cuatro apellidos, por lo menos, que confirmen que llevan sangre noble por los cuatro costados, sangre de aquella que derramaron sus tatarabuelos en la guerra contra los moros al reconquistar Sevilla, eso les garantiza tener unas manos sin callos y unos modos distinguidos y displicentes.
Habrá después de todo, como es lógico, y los habrá listos y lerdos, pero como corporación flota sobre ellos un halo de distinción, fruto de los siglos, que se superpone a la individualidad.
Digo esto porque el otro día fui de visita a la casa de la Maestranza, anexa a la Plaza de los Toros.
Es entrar en un mundo casi extinto, donde el ruido externo queda apagado, como los pasos sobre las alfombras de la Real Fábrica. Donde las lámparas de la Granja relucen esplendentes sobre los cuadros y tapices y al abrirse las ventanas entra la luz del rio Guadalquivir, que juega con el dorado de los marcos de los retratos de los reyes antiguos.
Son estos maestrantes, como guardianes de unas costumbres añejas, que a pesar de venir en moto hasta la puerta, cuando cruzan sus umbrales, se revisten de la solemnidad de los salones suntuosos y todo lo piensan y meditan, y todo los miden y sopesan minuciosamente, de modo que nada, nada, se salga de los cánones y las medidas que han impuesto los siglos lentamente, y así, todo en la casa es un cúmulo de delicadeza exquisita, de cuidadosa recreación de lo mejor del pasado.
La biblioteca, con los tomos de piel encuadernados en colores, el despacho del Rey con el sillón de oro y los retratos de los Tenientes sobre la seda de las paredes, las fotos dedicadas de infantes y reinas en blanco y negro, la salita donde la Condesa de Barcelona invitaba a sus intimas a tomar el té cuando venía a Sevilla, con sus muebles coquetos y los retratos al pastel  de González Santos de sus hermanos, como ese joven rubio que mataron en la guerra.
En fin una gozada, pasear por la casa maestrante.
Ay, si la misma delicadeza y sensatez con que cuidan los maestrantes sus cosas  se diera en la gestión de la ciudad de Sevilla, otro gallo nos cantaría, no habría ni Setas, ni extravagancias varias.
Todo sería, como en la plaza de los toros, como tiene que ser.


lunes, 16 de noviembre de 2015

EL FOCO


Como un sol triste y pequeño
su cerco de luz sobre la mesa
y el resto en la penumbra.

Sobre el papel a cuadros, con fórmulas
de senos y cosenos,
sobre los párrafos del libro de “Sociales” subrayado
o en el cuaderno azul, de pastas duras, de “Ciencias”
y todo lo demás en la penumbra

El radio cassette  apagado
los libros de “Los Cinco” en los estantes
el armario entreabierto
doblados los pijamas
mío y de mis hermanos
las zapatillas de fieltro
locas, desparejadas
las pelotas de tenis, los patines,
las voces allá lejos
en la cocina donde
se está haciendo la cena

y el resto en la penumbra

Oh, qué ganas, Dios mío,
de que entre mi madre o la “muchacha”
pulse el interruptor
y diga que ya está la tortilla.


viernes, 6 de noviembre de 2015

( )

Para nuestra salud mental siempre viene bien pararse.  Ayer (cómo un paréntesis en el tráfago diario) tuve la suerte de asistir a la lectura de poemas  de Pablo Moreno, Paco Gallardo y M. Eugenia Reyes. Incluso bajo la lámpara gigante, la noche se puso íntima como una pequeña plaza, y  no se aplaudió entre poemas, lo cual, a pesar de los poetas, impidió romper el hechizo. (Wagner ya prohibió hacerlo en sus largas obras) 
Hoy más a las siete en la Casa de la Provincia, y los próximos jueves y viernes.

¿Todo se puede debatir?

Dice nuestro, siempre cauto, en algunos casos cautííísimo,  Tribunal Constitucional con referencia a la posibilidad de suspender la convocatoria del pleno Catalán donde se quiere declarar la independencia: "Este Tribunal ha destacado, como uno de los fundamentos del sistema democrático, que el Parlamento es la sede natural del debate político y que el eventual resultado del debate parlamentario es cuestión que no debe condicionar anticipadamente la viabilidad misma del debate"

Bueno, según esto, mañana podremos "debatir"en el Parlamento sobre si se puede matar a los negros, por ejemplo...

jueves, 5 de noviembre de 2015

martes, 3 de noviembre de 2015

Walking to work

Aunque sigo en la misma Consejería he cambiado de puesto, y ahora voy caminando cada día al trabajo.
A cinco minutos de casa, ya sólo esto justifica el cambio. La suerte de pasear por la zona más bonita de Sevilla, que, aunque me tomen por chauvinista, es decir del mundo.

Esta mañana, el sol se colaba por las calles estrechísimas del barrio de Santa Cruz, de la antigua judería, y se reflejaba en un suelo mojado, tras días de lluvia oscura. 
En los charcos se miraban los aleros de las casas, los balcones de forja. Tanto fulgor de sol y espejos me cegaban. Las farolas de brazo, pegadas a los muros, parecían absurdas, blancas al trasluz, por un sol que avasallaba a las tristes bombillas, y se elevaba, triunfante, a un cielo azulísimo y limpio y claro.

La calle vacía aún. Detrás un muchacho con un carro pregonaba, como hace siglos- ¡recojo los hierros viejos!- Como en las mil y una noches -¡Cambio laaamparas nuevas por viejas…! parecía que iba a aparecer la mujer de Aladino de un zaguán.
El soniquete era el mismo de siempre, el del que vendía cisco picón antes de la Guerra, el del que reparaba paraguas, el lañador de pucheros o el que repartía alhucema fresca del Ocnos de Cernuda; el anacalo que llevaba el pan a hornear de Azorín, pero actualizado, porque continuaba, con el mismo son: ¡ordenadores, lavadoras, secadoras microooondas!

Los patios se abren, prometedores, tras las cancelas, con las plantas frescas y chorreantes aún, con los canalones desaguando las lluvias rezagadas de la madrugada.

El sonar de las últimas gotas, el trino de los pájaros mañaneros, el grito del pregón que me persigue y las persianas de los cafés que se levantan chirriantes, me hacen sentir, intensamente, agradecidamente, la vida.