Si se dice fríamente no se entiende. Ayer comenzamos a acostar a los niños a las 9 y no terminamos hasta las 11, no sin antes perder los nervios.
Cuando me pongo a repasar como pudo ser veo la secuencia siguiente:
Ya se habían bañado, hecho los deberes, cenado, puesto el pijama, iba todo como la seda, tocaba acostarlos para que mi mujer y yo tuviéramos un pequeño y merecido descanso en la recién estrenada camilla, con el recién estrenado brasero,¡ Umm! Pero…
9 de la noche. Pilar y yo rezamos, de rodillas ante el niño Jesús, que todavía está puesto en el salón. ¡ ah, que no se olvide, hay que ir al cuarto de baño, sino mañana amanecen las sábanas mojadas! Quite usted el pijama manta, ¡vaya! con sus cremalleras y botones y los pies metidos dentro y todo eso... Mientras voy a por Santiago, que corretea por ahí, tiene que recoger y plegar la casita de spiderman en la que está metido y la granja de Play Móvil con todos sus accesorios minúsculos: gallinas, pollos, ratones, zanahorias, cercados, árboles…como tengo prisas lo hago casi todo yo.
Mientras, mamá, recoge la cocina y prepara la comida de mañana.
Acuesto a Santiago, rezamos, lo tapo. Se levanta, salta, deshace la cama. Otra vez lo tapo. Le conmino a permanecer callado. ¿Y Pilar? Ya debería estar en la cama. No, ahora está sentada en el retrete, porque no sólo va a hacer pipí. Madre mía, ¿ahora tiene que ser? Esto no es momento- bufo— ¡a la cama ya!
Voy a por Manolo, lo llevo a la cama. Rezamos. A estas alturas el cuatro esquinitas me sale acelerado. Pilar ha terminado. Poner de nuevo el pijama manta. Lavarle las manos. Llevarla a la cama.
Santiago, se ha levantado, está en la cocina. Quería leche. Su madre no ha podido negarse. Es bueno para él porque come poco- dice. ¡La última vez.- me opongo seriamente- la lecha se toma justo después de cenar y no la hora de irse a la cama! Pilar se levanta. También quiere leche. No podemos hacer discriminación. Otro vaso.
Los dos de nuevo a la cama. 9.30 de la noche
Escucho como mamá sale de la cocina y le cuenta un cuento a Pilar que quiere estrenar sus libros recién traídos por Melchor.
Me siento en el salón. ¡Uf, por fin! Veo el final del telediario. Ignacio, está junto a mí, leyendo “La isla del tesoro” que le acaban de echar los Reyes. Como parece entusiasmado y lee poco no dudo en dejarlo el tiempo que haga falta, a ver si se engancha, en todo caso ya puede acostarse un poco más tarde, tiene 11 años. Reyes, tiene 10, y escucha con su Mp 5 nuevo la música que se ha bajado. Como su hermano está allí, no puedo negarme a que se quede.
Al momento aparece Pilar reclamando la presencia de su hermana en su cuarto. No quiere dormir sola, y Reyes no quiere acostarse. Un tira y afloja hasta que al fin la mayor a regañadientes cede y se va.
Pilar pide agua. Se le niega.
En el otro cuarto, Manolo y Santiago han estado saltando y jugando, mientras yo le doy alguna que otra voz desde el salón. Aparecen los dos ante mí reclamando la presencia de su hermano mayor. Es injusto que se quede y ellos no - dicen. Como ya son más de las diez, le digo a Ignacio que se acueste y termine de leer en su cama. Se va enfadado con nosotros y sus hermanos.
Por fin el matrimonio feliz se sienta tras una larga jornada sin parar.
Comienza una película. De fondo escuchamos los juegos y peleas de los tres niños. Santiago le está tirando los dardos de imán a su hermano mayor, parece que éste le escupe desde la litera de arriba. Manolo da la razón unas veces a uno, ora a otro.
Me levanto. Amenazo, no se quien es el culpable o si son todos. ¡Ha sido él, ha sido él! se acusan entre si. Trato de ser comprensivo, tolerante, solidario, todo lo que ustedes quieran. La voz en plan bueno casi ni me sale. Niiiños, portaos bieeen. Hay que dormir, papá y mamá están cansados. No os peleeeis, mañana no va a haber quien os levaaante … Pasando olímpicamente de los métodos racionales..
El nivel de cansancio y cabreo es tal que con la zapatilla les pego un rapapolvo, se esconden bajo las mantas. Apago la luz. ¡YA ES-TÁ BI-EN!.-Grito- ¡A DORMIR!. El tono es bastante alto e iracundo. Mientras me alejo se escuchan algunas risas.
Vuelvome a sentar. Película de nuevo.
Santiago quiere la puerta abierta, Ignacio cerrada. Gritos. Me levanto. Digo que ha de estar abierta, que Santiago es más pequeño y le da miedo.
Me siento.
Ya son más de las 10 y media.
Reyes y yo estamos a punto del colapso.
De nuevo gritos. Me levanto. No me entero de nada de la película. Esta vez parece que Santiago es el culpable. Le doy con la zapatilla. Y rompe a llorar desconsolado. Me vuelvo a sentar.
Fuertes llantos de fondo. Pongo más alta la tele. Ya se cansará.
No se cansa. Nos desespera. Se presenta en el salón y se pone a gritar tirado en el suelo. Procuro no hacerle caso. Creo que voy a estallar, la tele no se oye nada de nada. Su madre dice que he sido injusto, que él es pequeño y que debería haber reñido a Ignacio que es el que los pincha a todos. Le respondo que entonces se levante ella.
Santiago se desgañita.
El humor de ambos está desbordado. Son cerca de las once y no hemos podido desconectar ni un segundo. Desesperada Reyes se levanta. Va al cuarto de lo niños y les echa la bronca. ¡Parece mentira, siendo tan mayores! Les recrimina iracunda. Va a por Santiago y lo lleva a la cama y castiga a Manolo e Ignacio a estar sentado en el suelo a la entrad a del cuarto sin acostarse, además de zurrarles fuertemente con la zapatilla atinando donde puede, ellos se cubren con los brazos. ¡Es la guerra!
Santiago está callado en su cama. Los dos niños, mohínos, sentados en el suelo queriendo acostarse. Pilar, que ya se había dormido, al ruido del combate ha aparecido, con su pijama manta de borreguito, arrastrando su oso, con los ojos pegados: ¡me han despertado, mamá! – dice compungida..
Su madre y yo desquiciados…
Nos sentamos por enésima vez. Los dos niños refunfuñan porque quieren irse ya a la cama. Al rato les levanto el castigo. Su madre me dice que es ella la que tenía que haberlos perdonado, y que todavía era pronto, no se lo merecen. La convenzo. Transige.
Paz al fin. ¡Las once!
Pero realmente la madre y yo estamos agotados, enfadados y frustrados. Cada uno piensa para sí. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué no obedecen? Sabemos que los gritos y la zapatilla no son formas. Hemos infringido todos los manuales de pedagogía. ¿Nos saldrán los niños violentos? En fin un lío. Terminamos de ver la peli. Nos vamos a la cama. Yo dándole vueltas a la cabeza, nervioso, he tardado en dormirme. Cuando Pilar a las tres de la mañana se viene a nuestra cama no tengo fuerzas, ni ganas de armar un pitote otra vez para que vuelva, eso supondría otra hora sin dormir. Se queda.
No todas las noches son así, gracias a Dios, algunas. Serán los nervios de la reincorporación al cole, los juguetes, las emociones…
Lo que está claro es que hoy por la mañana estamos hecho polvo.