Y me iba relatando su excursión a una fábrica de arroz (SOS) con tal entusiasmo que yo apenas le escuchaba, no hacía falta. Cómo movía las manos, el tono de la voz, los ojos asombrados, las interjecciones... no permitía que apartase mi atención. ¡pero mira, papá, mira! y seguía... el ruido de las máquinas, la rapidez de las empaquetadoras ¡uno por segundo!...
Mucho mejor que si yo hubiese estado allí. Impagable.
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