Aunque a mí me parece el escrito perfecto, no tengo más remedio que indicarle a Pilar las faltas de ortografía, que son, precisamente, lo que a mi me hace verlo tan perfecto, por su ingenuidad y por todo lo que le queda por aprender. Llegará el día en que escriba sin errores, pero ya no será la carta de los Reyes Magos.
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