Hay hechos que el paso del tiempo no debe trivializar, hay hechos que no pueden nunca estar justificados alegando la inconsciencia de la juventud. Paracuellos del Jarama es uno de ellos. Si Carrillo, hoy fallecido, participó en ellos, es un hecho infame con el que un hombre ha de cargar toda la vida y ha de estar pidiendo perdón humildemente, desgarradamente, hasta su muerte. Todo el mundo debe ser perdonado si se arrepiente de corazón, si trata de reparar, en la medida de lo posible, las consecuencias de su maldad, aunque sean crímenes execrables. La redención existe.
Pero lo que no se puede, ni debe, es frivolizar sobre lo acaecido. Hace tanto tiempo que ya no es para tanto…
Fue para tanto y más. La matanza de personas inocentes en la guerra fue una tragedia inolvidable, infame, horrible, cruel, abyecta, miserable que cometieron personas concretas con nombres y apellidos. No fueron las derechas o las izquierdas, los nacionales o los rojos, sino hombres y mujeres de uno y otro bando. Carrillo, parece, fue uno de ellos. Su trayectoria posterior y su larga vida no invalidan su pasado, esos crímenes claman justicia. Que yo sepa Carrillo nunca se ha arrepentido públicamente de ellos, nunca ha pedido perdón, ha actuado frívolamente, como si nunca hubiese sucedido, o peor aún como si habiendo sucedido eso ya no tuviese importancia.
No, su evolución posterior y el tiempo transcurrido no limpian, no justifican la sangre derramada.
Dios tenga misericordia de él, como la tenga de mí, en la hora de la muerte.
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