Relacionado con la entrada anterior dejo aquí el artículo de Antonio Burgos de septiembre 2011, sobre los niños y la bicicleta, que recogía mi experiencia:
Un heroico vecino del gueto-centro
Y tras leer mi artículo de ayer, harto de coles de la Camelancia de la Bicicleta, el heroico vecino del centro me escribe y me dice: «Como fiel seguidor suyo, me interesan especialmente los artículos sobre el cierre del centro, que plantean los problemas reales de los sufridos sevillanos que contra viento y marea seguimos tendiendo la ropa en las azoteas de siempre, cosa que nuestro querido alcalde ve con malos ojos, y hasta que todas ellas no se conviertan en “solarium-spa-fusión” de hoteles y nos mande a todos al... extrarradio, no va a parar.
»Pero a tenor de las preguntas que usted se hace respecto al cómo nos la aviamos sin coche y con bici, yo le voy a exponer mi propia experiencia, si tiene usted un momentito para leerme.
»!Ay, cómo añoro la época en que los coches pasaban por la Avenida y esos autobuses parriba y pabajo desde la Plaza Nueva, que daba gloria verlos! Llenitos de gente con bolsas de las tiendas y del Corte Inglés. Hoy nada más que hay turistas en chanclas y los catetos de por ahí que vienen al centro “a paseá”. ¡Dios mío ¿pero es que los que vivimos en el centro tenemos la obligación de pasear e ir andando a tós laos? ¿No podemos tener prisa como todo el mundo, e ir y venir en coche como la gente normal? ¡Qué jartura de gente y de paseos peatonales... !
»Y le voy a responder a las preguntas que se hacía usted ayer en el artículo: ¿Que cómo se lleva a los niños al colegio en bicicleta? Pues mire, a uno en la sillita de atrás, y a los dos más pequeños en la barra. No le exagero. Antes, cuando iba al Labradores desde mi casa podía recoger a los niños en la Plaza Nueva en coche y dejarlos en la puerta. Hoy eso es imposible, porque llegar desde mi garaje hasta mi casa requiere dar toda la vuelta a Sevilla y no merece la pena. ¡Ea, pues venga! ¡Todos en bicicleta! Y allá que vamos toda la familia, que parecemos Verano Azul. Los tres mayores cada uno en su bici; yo con la pequeña de 1 año detrás y el de 2 años en la barra; y mi mujer, en otra bici, además de la cesta con las toallas, los manguitos, los pañales de agua, los bañadores de repuesto, los potitos. Ahora comience usted a esquivar gente, tranvías, exposiciones de neveras tuneadas o chorradas similares. Y las protestas de la gente: “¡Hay que ver con las bicicletas dichosas!”. A lo que me dan ganas de responder: “Pero, carnes mías, ¿usted cree que yo iría en bicicleta si pudiese ir en coche?”.
»¿Que cómo se porta la maxicosi de un recién nacido en bicicleta? A esta pregunta todavía no he encontrado respuesta.
»¿Que cómo se traen las bolsas de la compra del Mercadona en bicicleta? Pues mire: varias colgando en el manillar, otra en la cestilla, las cajas de leches en el transportín y... ¡con mucho equilibrio!
»¿Que cómo se acompaña al médico a la abuela, que tiene 70 años, en bicicleta? Muy sencillo: mejor que la abuela tenga una salud de hierro y no se ponga mala, porque si no...
»¿Y cómo va la señora embarazada que ha roto aguas al Sagrado Corazón en bicicleta? Pues en esta lides tengo cierta experiencia, ya que últimamente he tenido cinco niños, la menor hace año y medio, cuando el centro ya era un gueto berlinés. Pero si le parece, como es un cuento de terror, lo dejamos para otro día. De todo lo que le he contado, no he exagerado ni un pelo, y le seguiré contando lo del parto con bicicleta. Así es la vida del sevillano que aún vive en el gueto, digo, en el centro
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