Madre mía. Si Larra levantara la cabeza se moría otra vez. Ni nuevas tecnologías, ni siglo XXI, ni gaitas, aquí, como Julio Iglesias, la vida sigue igual. Llegas a una oficina pública ( siempre llena de público) y te encuentras al puro Galdos y sus covachuelas, funcionarios, leguleyos y pipaones. Tenía que ir a dar de alta a la empleada de hogar para adaptarla a la nueva normativa. ¡Ojú, el de la luz! Primero, póngase usted a leerse todos los formularios, decretos, manuales y normativa que algún alma caritativa ha tenido a bien enviarte por correo electrónico: que si hay que prorratear las pagas, que si la cuota la abona el empleador (que resulta que eres tú mismo) que si el contrato es a tiempo parcial, que si indefinido, que si hay derecho a indemnización por despido... ¡Otra vez, ojú!¡que miedo quillo!, que ahora resulta que somos patronos, y llevamos una empresa, ¡ea, pues palante, que le vamos a hacer! Allá que voy, hay que pedir permiso en el trabajo (el horario sólo es de mañana, faltaría más) y me planto con un cuarto de hora de anticipación en la oficina correspondiente de la Tesorería General de la Seguridad Social. El coche en zona azul, no tenía cambio para echar una moneda. Total si empieza a las 9 y en un cuarto de hora ya estoy aquí de nuevo, no me van a multar por eso. (¡qué candor, que inocencia, que pureza de pensamientos!¡un cuarto de hora!) Ya había varios esperando en la puerta. Cuando se abre, me entregan mi número. No está mal, el C-400. Bueno, a esperar. Cuando escuchas el bocinazo miras la pantalla y ves que te toca, mesa 3. (ya ha transcurrido más del cuarto de hora que presumías) Allá que vas, te santiguas internamente e intensamente, o cruzas los dedos, cada cual a lo suyo.
Me ha tocado una señora madura, parece que está dispuesta a colaborar. (menos mal que el hado no ha dirigido mi destino frente al tío mal encarado de la mesa 10,¡Deo gratias!).
-El modelo no es- Eso es lo primero que escucho. ¡Ay mi madre, eso lo sabía yo! ¿y ahora qué hago? y como es obvio, aunque yo he realizado cálculos durante horas en mi casa, la paga extraordinaria no estaba prorrateada en el cálculo del salario mínimo sobre el que se aplica el porcentaje de las horas que realiza semanalmente la empleada , ¡toma ya¡ Pero como he tenido suerte la mujer me ayuda a calcularla. Pero al final, después de varios tachones en la documentación y en vista de que había cambios sustanciales y había de firmarse de nuevo, me dice: vuelva usted mañana. ¡Ojú. Qué le vamos a hacer!, y me advierte -pero que sea conmigo- y me da su nombre, de flor,- que ya tengo abierto el expediente y el número de yo que sé qué cosa.- Yo no protesto, estoy deseando salir ya, llevo más de media hora dentro y el coche fuera de plazo. Me voy que escarbo. Uff, menos mal, no hay papel alguno en el parabrisas. ¡Si después de todo hoy es mi día de suerte!
Lunes por la mañana. Permiso de nuevo en el trabajo. Cola otra vez. Cuando abren y mientras el recepcionista preguntan a los demás por sus trámites, yo como ya soy experto, me adelanto y pregunto por Rosa. -No, no, que coja número como todos- se escucha a Rosa desde lejos. Me intento explicar. -Si no me importa esperar turno, pero tiene que ser con Vd., que yo soy el del otro día. y...,- Vale , vale- malhumorada- pero que coja número.- Bueno pues que le vamos ha hacer. Otra vez a esperar. Esta vez he venido en bicicleta y la dejado bien aparcada.
Mi turno, por fin: ¡No puede ser: mesa 10!. Ahí me esta esperando, al acecho, el bilioso mal encarado. ¿Pero este hombre que tiene? ¿Que le hecho yo que me mira con tanto encono? Asustado me siento en el borde de la silla; no me atrevo a toser.- Mire yo.. es que su compañera me dijo que ya tenía el expediente abierto y que...- ni caso. Inspecciona los papeles con saña. Levanta la mirada depredadora y me espeta: aquí falta el dni de la empleadora.¡ Ojú! - Es que me dijo su compañera que no hacía falta.- (Todo muy bajiiito). -Ah sí- responde fieramente.-¡ pues estamos bien! - (Me veo otra vez en mi casa). Casi me levanto ya. ¡Rosa,- se pone de pié triunfal sacudiendo los papeles con fuerza y con mucha mala idea para que todos escuchen su voz engolada- ¿y tú no pides el DNI para esto?- Madre mía, que me pega. Me hundo en mi asiento y bajo la cabeza. La mujer que lo debe conocer solicita tramitarlo ella, rezo por que así sea y aprieto los puños. Con desgana y olímpico desprecio se lo pasa. Huyo como alma que lleva el diablo. Ni siquiera responde a mi adiós muy buenas, como tampoco respondió a los buenos días. ¡Anda ya y ahí te las den todas, pedazo esaborío! ¿quién te mando meterte en atender al público? ¡Si tenías que estar en una mazmorra como un hurón! En fin, el hombre tendrá ulcera. Por fin me siento con mi flor. Comienza a leer los papeles, cuando lleva un rato me dice ¡pero si tu eres el del otro día! ¡Cómo no me has dicho nada! ¿Le atizo o no le atizo? Obviamente no lo hago que quiero terminar los trámites. Tengo todo correcto, además se siente culpable y, rara avis, pide perdón (ya no sólo es el Rey, menos mal) y ¡POR FIN! me da el alta. ¡¡¡ALE-LU-YA. ALE-LU-YA!!!
¡Ea! pues esto es lo que hay y suerte que he tenido. Sólo dos viajes. ¿Qué más quiero?
Mariano José, hijo, ¡No vuelvas, no vuelvas, que te mueres otra vez!
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