jueves, 29 de octubre de 2015

Por un pañuelo de encaje...

Ayer en el ensayo. Foto ABC
Reyes y yo dejamos a los niños bañados y cenados y nos fuimos a la ópera.
El móvil conectado, por si acaso. No hubo llamadas, menos mal.

El Verdi de Otello es distinto del de 30 años antes, nos encontramos con una música continua, envolvente, con gran protagonismo de la orquesta y sin números o arias separadas.

Ayer la Sinfónica de Sevilla funcionó muy bien con el maestro Halffter, y el trío protagonista fue redondo.
G. Kunde, fue un Otello poderoso,  Julianna Di Giacomo, dulce, frágil y con gran delicadeza en la voz, y A Ódena, un Yago malicioso y espléndido.
La escenografía, intemporal , me gustó mucho ya que el vestuario, fastuoso, con ricos tejidos y damascos espléndidos, las máscaras, saltimbanquis, enanos... lo completaba otorgando el carácter colorista y soberbio que ha de tener siempre Venecia.

El dúo final del primer acto fue delicioso, y el posterior  concertante de los cuatro protagonistas.

Absurdo e incomprensible, sin embargo, el trasiego de muñecos muertos que arrastraban los dos protagonistas en el dúo, sobre el que se recostaban después, en pleno idilio. ¿Qué (póngase lo que se quiera) quería decir el escenógrafo?

En la canción del Sauce y el Ave María, Di Giacomo supo estar a la altura de tan bella melodía.

Quedamos sobrecogidos cuando el telón cayó. Todos muertos por la maldad de Yago y los terribles celos shakesperianos. Música, canto y drama se unen en esta ópera con una fuerza infrecuente, incomparable.

Dormidos y tranquilos estaban los niños al regreso. De la nevera sacamos un salmón frío con salsa de soja, estábamos muertos de hambre, y cenamos en la cocina silenciosa, aunque no lo acompañamos con Champagne que es lo que hubiese correspondido.

Nos acostamos algo más tarde de la cuenta, pero con gran contento.

Merece escuchar a la Callas en la canción del último acto y el Ave María famosos:





























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