Y tras leerle el cuento en el que un ratón logra morder la luna, Pilar me pregunta: Pero papá, ¿ la luna se come?
Yo me sorprendo de que sea tan ingenua.
¿Tú qué crees?
¡Si... porque tiene la forma de un queso!
Y yo ya no sé si lo dice en serio o en broma.
En esos momentos la disyuntiva es si quitarle la poesía o decirle que sí, que la luna se come y sabe a queso o a nata o a oblea.
Opto por lo primero. Con seis años, pienso, ya debe saber que es un satélite que gira alrededor de la tierra y todo eso.
Aún así, me consuelo. A una noche de luna, ya lo comprobará a lo largo de su vida, nadie le podrá robar su belleza y su misterio.
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