Nos levantamos temprano. Bajamos a la gran cocina del pazo,
con una ventana dando al campo que amanecía. Las tostadas, el café recién
hecho, con un pan portugués buenísimo. Gerardo se encargaba de despertar a las
cuatro niñas, que dormían en una habitación enorme con cuatro camas, suelo de
madera y vigas en el techo. La guerra de almohadas era épica y se escuchaban
desde abajo los gritos desesperados de las doncellas.
Íbamos bien concienciados de las necesidades básicas del
camino. Cremas anti roces, los famosos Compeed para los pies, calcetines de
algodón y sin costuras… realmente, esas pequeñeces permitieron que hiciéramos
un trayecto sin problemas.
El microbús de 20 plazas nos estaba esperando en la puerta.
Para nuestra sorpresa era una chica la conductora. Con su dulce acento gallego
nos recibió alegremente, era la misma que habíamos visto el día anterior en
Melide. Pura- nos dijo-Purita, me llaman todos. Y fue nuestra acompañante el
resto de los días, verdaderamente amable y servicial.
Íbamos emocionados y temerosos ¿resistiríamos todos? ¿y los
niños se negarían a caminar a mitad del trayecto?
Teníamos concertado una “recogida” a mitad del camino si
fuese necesario, pero todos estábamos dispuestos a evitarla en la medida de lo
posible.
En la puerta de la casa leímos una oración medieval del
Codex Calixtino y recibimos los bastones y las mochilas:
"En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, recibe
este morral hábito de tu peregrinación para que castigado y enmendado te apresures
en llegar a los pies de Santiago, a donde ansías llegar, y para que después de
haber hecho el viaje vuelvas al lado nuestro con gozo, con la ayuda de Dios,
que vive y reina por todos los siglos Amén.
Recibe este báculo que sea como sustento de la marcha
y del trabajo, para el camino de tu peregrinación, para que puedas vencer las
catervas del enemigo y llegar seguro a los pies de Santiago y después de hecho
el viaje, volver junto a nos con alegría, con la anuencia del mismo Dios, que
vive y reina por los siglos de los siglos Amén"
Hasta Sarria en autobús se tardaban unos 45 minutos, que
aprovechamos para cantar “el árbol de la montaña” y otras similares para evitar
los mareos de los niños… aún así, Ángela y Reyes vomitaron. También aproveche
para explicar el origen del Camino, la historia de Santiago, las leyendas, y el
significado espiritual que tiene.
En Sarria comenzamos en el Convento de la Magdalena, donde
estrenamos el carnet de la Compostelana, ¡ el primer sello!. Un pequeño
claustro luminoso, unos monjes mercedarios, los mismos que pocos años ha,
habían sellado el carnet de Sara y Gerardo, cuando hicieron el camino solos.
Lo iniciamos cruzando un puente de piedra y adentrándonos en
unos bosques frescos y umbríos por donde se colaba el sol.
Fueron unos kilómetros cuesta arriba, a veces con un calor
que nos hizo pensar que no resistiríamos. A los 7 u 8 km, yo pensé si
llegaríamos. Realmente después el camino comienza a bajar y se hace más ameno.
Purita nos esperaba
Antes de empezar yo había hecho estiramientos varios
contorsionándome hasta lo imposible para evitar tirones musculares. Creo que
fueron efectivos.
Al cabo de las horas el camino se hace largo… estábamos deseando llegar. Las piernas doloridas y pesadas. El
puente hasta Portomarín da miedo. Al final unas escaleras larguísimas reciben
al viajero, parece desde lejos que se va a ser incapaz de subirlas. Y justo al
lado de la entrada…¡el autobús de Purita! ¡Aleluya!
Entramos en las ermitas románicas que jalonan el camino,
rezamos el rosario, los niños se alejaban y había que atraparlos con lazo, pero
en fin, se conseguía a trancas y barrancas…
De vuelta en el autobús,
descalzados y muertos, “cansados pero contentos”. Esa sensación de deber
cumplido. Nos dimos un aplauso a nosotros mismo y nos jaleamos ufanos.
¡Primera etapa: conseguida!
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