Y todas las madres dejaron sus antiguos
empleos de médicos, abogadas o juezas, de dependientas de Zara o de El Corte
Inglés u otras empresas explotadoras y fueron contentas, armadas con cubos y
fregonas, a la lucha por una Nueva Ciudad.
Y los colegios de sus propios
hijos fueron limpiados por sus amorosas manos. Donde antes se quitaba el polvo
sin emoción, ahora se oían conmovedores cánticos de solidaridad. Cada
limpiadora depositaba un beso y una flor en el pupitre de su vástago, que estos
encontraban, sorprendidos y arrobados al comenzar el nuevo día en esta nueva
Arcadia feliz.
Los alumnos, como no podía ser de
otra manera, multiplicaron sus rendimientos y desapareció el fracaso escolar.
Las miembras de las cooperativas
de limpieza elaboraban el nutriente primero de su progenie (lo que antes era
el bocadillo de la mañana) con pan de espelta natural relleno de verduras que
ellas mismas autocultivaban en los huertos ecológicos en los que se habían
convertido los grandes y antiguos campos de golf de Puerta de Hierro y las
plazas de toros, donde ahora pastaban libres, vaquitas, corderos, entre pepinos
y calabazas biológicas y orgánicas.
Tras la jornada de limpieza,
todas de la mano se dirigían a los nuevos Templos, donde antes se celebraban
cultos oscuros de antiguas religiones, y danzaban (por supuesto con los pechos
descubiertos) en loor de la diosa Razón, instaurada como influencia letífica en
estatuas esculpidas con la cara de la nueva alcaldesa.
Ya no existen multinacionales de
limpieza, ni de comida rápida, ni automóviles, pues todos y todas circulan en
bicicleta, las carreteras son plantadas de lechugas, y la ciudadanía no necesita
salir de su distrito, donde se autoabastece de los productos primarios y teje
sus propios vestidos bajo los almendros en flor…
Como consecuencia los antiguos
trabajadores/oras de esas horribles empresas explotadoras, limpiadoras,
exempleados/adas de Mc Donalds… vagan como zombis purgando su pasado en campos
de adaptación, mientras se busca alguna manera de introducirlos a todos y
todas, junto con otros disidentes y sacerdotes de antiguas religiones, en un
seiscientos.
Pongamos que hablo…
de MADRID.
de MADRID.
Algo así debió de pensar el guionista de "Amanece que no es poco"
ResponderEliminarUn abrazo