Escucho la Patética de Tchaikosky medio tumbado en el sofá. Las voces de Santiago no cesan se me clavan como dardos. Llevo todo el día con fiebre y un mal cuerpo tremendo. No he ido a trabajar, pero no he podido hacer nada de lo que uno haría si le dieran una mañana de asueto, ya que un gran cansancio no me lo permitía. Me levanté a la una, con dolor de cabeza y me he arrastrado al sofá. Nada me satisface. Estoy leyendo a Trapiello, "La Manía", a pesar de mi languidez y de que todo me molesta, me gusta, aunque me cansa leer más de unas hojas y lo dejo.
Cuando se está enfermo, nos damos cuenta de lo que dependemos de este dichoso cuerpo nuestro.
Reyes ha salido con las niñas. Se había hecho algo en el pelo que le favorecía, le he amonestado por ello. Yo aquí, enfermo y tu preparándote ya para cuando yo falte.
Pongo voz plañidera y le digo a Manolito que me ayude a levantarme y me apoyo en su hombro. -Papá, no te pases- me dice.
Ahora tengo 38 y me sigue doliendo la cabeza. He cambiado a Mozart, el concierto para clarinete.
Santiago ha dejado de gritar, loado sea Dios, y juega con Pilar al ajedrez. Suena el clarinete despacio y largamente en el segundo movimiento. Fuera hace mucho calor y el viento de levante mueve las persianas.
Cada vez estoy más congestionado.¿donde he puesto el pañuelo? ¡Attchiiisss!
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