De pronto la maquinita de las bebidas empezó a escupir monedas. Qué tintineo más agradable e inesperado. Eché un euro y me salió una Coca Cola y tres euros más. La sensación de riqueza no me duró demasiado, pero fue agradable. Después metí las monedas en un sobre y las dejé en Conserjería con una nota, para cuando venga el tío de las maquinitas.
El día fue de sorpresas, por la tarde, me quedé impresionado por algo que ya contaré dentro de 10 o 15 días, pues di mi palabra de no revelar el scoop.
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