Supongo que en las tribus africanas cuando llega este momento los
jóvenes púberes se someten a escarificaciones y tatuajes o han de matar una
fiera y regresar chorreando sangre con la piel sobre los hombros. Aquí nos
conformamos con entregarles un nuevo móvil de última generación, el primero ya
se le da el día de su primera comunión...
Manolito es rubio y apenas se
le nota la pelusa del bigote. Llevo resistiéndome a que se lo afeite todavía a
pesar de su insistencia. Pienso que es para evitarle entrar en otra más de las
incomodidades de la vida diaria, pero en realidad esa resistencia es mía,
porque sé que soy yo el que entra en otra etapa. Otro hijo más que pierde la
infancia y que me aleja a mí de mi juventud más todavía.
Hoy domingo, con algo más de
tiempo libre, aprovecho para iniciarle en las pericias del buen rasurado.
Agua caliente, espuma, loción...
Desaparece el casi invisible
bozo rubio de una leve pasada como vuela ante un soplo el diente de león.
Hemos inaugurado otra
etapa.
No sé si recordará algún día
que el día de la Virgen del Rosario de 2018, su padre le adentro en el rito iniciático
de la barbería -¡El día de la Batalla de Lepanto, niños,-como les dije esta
mañana en el desayuno- en el que vencimos al Turco y España cambió el curso de
la Historia- No sé si se acordara- digo- al igual que yo recuerdo a mi padre, que me enseñó a mi,
no se qué día de no sé qué año ya…
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