Cada vez que voy a los toros me reafirmo en la idea de que
tendría que ser obligatorio en España llevar a los niños desde pequeños a las
corridas. Así aprenderían realmente sobre ecología, amor a los animales y
respeto a la naturaleza.
Se trata de un espectáculo lleno de valores. Los espectadores se
sienten “hombres” frente al animal. Esto es vital para la sociedad, recuperar
la dignidad del ser humano. Una de las cosas más terribles de los ecologistas
que protestan a las puertas de los cosos taurinos es esa imaginación desbordada
y pervertida que le lleva a compadecerse del animal como si de una persona se
tratara.
Esta sociedad que huye del dolor, del sacrificio y de la
muerte, es lógico que repruebe las corridas de toros. Es sintomático, que esos
mismos que “aman” a los toros y quieran evitarles “sufrimientos” se “compadezcan” también de las personas hasta el punto de que
traten de paliar el de esos “pobres” ancianos que padecen enfermedades
incurables y propugnen que se les pueda eliminar limpia e indoloramente
regulando la eutanasia, o que no quieran ver sufrir al prójimo, esos niños con
malformaciones o síndrome de Down, o esos
padres que tienen que “soportarlos” durante toda su vida y les quieran ahorrar
el sufrimiento haciéndolos desaparecer en el seno materno.
Es peligroso para la humanidad y la naturaleza excederse en
el ecologismo. Hay que proteger esta, sin duda, pero hay que amar más a aquella.
Una corrida de toros es un baño de realidad, de racionalidad,
de sentido común. Un canto de amor a la naturaleza, al toro, a los animales y
al hombre. Por no hablar de cultura,
belleza y poesía…
Amén, digo, olé.
ResponderEliminar