Cuando vengo del entierro de Fito, lo hago con una sonrisa.
Entramos todos con el semblante tristísimo, pero el sacerdote, que lo conocía bien, nos hizo reír. Comenzó con unas palabras - Rafael, eres un bicho y el día que naciste caíste de cabeza y… Fito le retó en vida a que no se atrevería a decir esas palabras en su entierro…
Fito era un descreído, volteriano, y simpático hasta decir basta. Socarrón, divertidísimo, y una gran persona, amigo de sus amigos, generoso y cabal…
Soy ateo por la gracia de Dios, dijo el cura que le decía… ¿Me salvaré, padre? en sus largas conversaciones en el despacho del párroco.
Todos nos sonreíamos en la homilía…
Finalmente, su cuerpo fue rociado con agua bendita, rememorando el agua del Bautismo y de la Gracia. No pudo ser con el vino de la botella “Cardenal de Cózar” que el propio párroco guardaba en su despensa, como le había instado fervientemente el fallecido.
Jesús Bigorra leyó un poema, impresionante, donde el escritor hacía balance de su vida. La emoción embargo a todos cuando fue hablando de sus amigos, allí presentes, su mujer y su hija, desconsoladas… y su propia muerte, "...Este escrito, también provisional, / algún día completará, sin duda, / mi personal historia, / allá en diciembre, / en un balance final definitivo".
Arturo Pérez Reverte, no se quiso ir sin unas palabras de despedida, en la que relato algunas anécdotas que lo describían, su carácter y su bonhomía.
Cuando lo conocí, hace años, estuvo hablando durante un buen rato con gran desparpajo, y muy en serio de sus orígenes aristocráticos, de “mamá” y “tía no se qué”, y sus posesiones y grandes latifundios… una amiga pronto me desengañó - no te creas nada- me dijo - ni tiene fincas, ni ancestros tan ilustres ni nada de nada- él es así. Y verdaderamente se inventó una historia divertidísima y asombrosa sobre la marcha.
Me dedicó un poema jocoso, en mi despedida de la Cámara de Comercio, su mujer Natalia, se los pidió para mí. Los guardo con gran estima.
Ha sido un entierro singular, único, como él. Entre lágrimas y risas, empezando por el oficiante. Seguro que le ha gustado.
Fito que ha muerto como vivió, con las botas puestas, amando la vida y las letras, hasta el punto que lo hizo intentando salvar del fuego su querida y valiosa biblioteca.
Tus palabras impresas, y tu vida jocunda siempre estarán ahí, libres del humo y del fuego
Fito, que la tierra te sea leve. Que el Dios, del que dudabas, te haya dado la gran sorpresa de tu vida.
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