Por casualidad estaba puesta La1 y yo dormitaba sobre el sofá tras un largo día, recién acabado de repasar inglés con Pilar "We must do the homework every day" decía el libro.
En la duermevela
abría los ojos. ¡Vaya una película española sobre un viaje de ultramar!. Por
supuesto no me interesó lo más mínimo. ¿Cuándo saldría la consabida y vulgar
escena de sexo o el cura infame o los bárbaros españoles golpeando a los
indígenas? y se me cerraban los ojos, derrotado.
De fondo escuchaba
algo sobre vacunas y viruela y los abrí perezosamente. Entonces vi una fragata
con una gran bandera española, tremolando al viento, enorme, en la popa, roja y
gualda, en una toma a vista de pájaro, sobre el azul del mar.
Una bandera
española, en una película española y ondeada sin complejos, es más, unida a
imágenes bellas y positivas. Algo falla.
Y verdaderamente
algo falla cuando un español normal se extraña de que en una serie realizada en
su propio país la bandera aparezca y no sea para humillarla o denigrarla.
Ya me picó la
curiosidad y continué viendo el final. Se trataba de la odisea del médico
Balmis, y la única mujer de la expedición, Isabel Cendal, que llevó la
vacuna de la viruela a principios del XIX a América y Filipinas, salvando
millones de vidas.
Los personajes
eran buenos, con fines nobles, hasta el Virrey, que era un poco tonto, no era
un gran malvado y para colmo, hasta salía un cardenal bondadoso y un cura, que
aunque antipático no era un canalla.
La película
transmitía valores y ensalza la labor española impulsada por la Corona.
Es algo ya sabido
y lamentable, que nuestro país no haya sido capaz de recrear la épica de
nuestras inmensas aventuras que tanto bien han hecho a la humanidad. Por el
contrario nos hemos hecho cómplices de la leyenda negra.
De películas de la
Guerra Civil estamos hasta las narices.
¿Para cuándo la de
personajes admirables de la epopeya americana?¿Para cuándo un Blas de Lezo, un
Hernán Cortes, un Díaz del Castillo, un Sebastián Elcano, un Vasco Núñez de Balboa o
cualquiera de los miles de personajes que cruzaron los mares y realizaron
gestas increíbles, inauditas, fascinantes y valerosas.
Para cuando la
lucha contra los moros y esa Reconquista esplendida llena de fe y audacia, con
personajes que parecen salidas de un libro de aventuras fantásticas.
La Conquista del
Oeste Americano nos ha llenado de peliculones esplendidos donde se canta las
proezas de los pioneros. ¡Oh, gran J. Ford cuanto te debemos! Las gestas de nuestra
patria dejarían en pañales a aquella y sin embargo, resulta que cuando veo una
película que trata de ello me extraño y me asombro.
Qué nos pasa, que
solo queremos lo repugnante, lo sórdido, lo maligno y lo villano.
Ayer me di cuenta
de que estoy hasta... de un arte, y el séptimo arte no se queda a la saga,
lleno de vulgaridad, feísmo y perversidad, donde lo malo nos lo presentan como
bueno y viceversa, donde nos quieren vender lo inmoral como decente, lo
repelente como verdad y donde se relega la belleza como accesoria e inútil.
Qué hartura. Con
lo necesitado que estamos de buenos ejemplos. No se equivocaban, no, nuestros
abuelos con la hagiografía tan denostada. Prefiero que mis hijos tengan como
ejemplo a Dominguito el Sabio que a una fulana iconoclasta.
Y todo porque ayer
en la tele vi una bandera de España tremolar orgullosamente.
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