El jueves pasado visité el recién inaugurado museo que acaba de abrir en las dependencias del convento.
Es loable esa iniciativa de poner a disposición de todos ¡y todas! (vamos lo que hoy se entiende por "la ciudadanía") unos bienes que estaban ocultos y dispersos.
No sólo se trata de obras que se hallaban en el mismo convento, sino que se han solicitado a comunidades de otras localidades.
Se ha restaurado la sala del archivo, donde hay una gran biblioteca con ejemplares únicos, ya que dicha comunidad carmelita, heredó en su día la que era propia del Conde-Duque de Olivares nada menos, y hay manuscritos, incunables, cartas autógrafas de Santa Teresa... algunas expuestas en una vitrina.
Se trata de una colección muy curiosa y, como no podía ser menos, muy monjil. Es decir, con elementos propios de conventos de religiosas, especialmente los niños Jesús.
Como se trata de obras que han estado siempre como encapsuladas en el tiempo, enclaustradas, conservan ese encanto del pasado intacto. Son, como no, de gran ingenuidad, de gran delicadeza, de secreta inocencia. Me han fascinado esas telas barrocas auténticas, del XVII y XVIII, cuidadas y conservadas en fanales y vitrinas desde sus inicios, lo que permiten que las contemplemos con el brillo y prestancia con que salieron de los telares valencianos o venecianos hace cientos de años, lo cual es verdaderamente raro. Esos bordados fastuosos, esas sayas recargadas de las imágenes, vestidas a la usanza de las damas con guardainfante de los Austrias y primeros Borbones, son realmente fascinantes.
La entrada vale 2 euros y la visita es de cinco a siete de la tarde.
Independientemente de lo mencionado, aquella estaría más que justificada sólo por deleitarse ante dos obras excelentes, una el maravilloso crucificado de Martínez Montañés, que se venera en la Iglesia, el de los Desamparados, y que ha regresado de su periplo por exposiciones de medio mundo, la National Gallery de Londres, el Metropolitan de Nueva York, entre otros, y que es un claro ejemplo de la maestría del escultor. La otra, una grata sorpresa para mí, que la desconocía, una pintura del "divino" Morales. También fue inesperado para los propios monjes, ya que su autoría ha sido autentificada por los expertos ahora, tras su restauración, pensándose que era una copia del taller o posterior. En todo caso, transmite todo el patetismo, todo el dolor contenido de la Madre. Me impresionaron los ojos vueltos del cadáver. Lástima que no tengo una foto mejor que la que traigo, ya que el cristal impedía, con los reflejos, sacar algo decente.
La verdad que no esperaba tal calidad y altura.
No se la pierdan.
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