martes, 23 de febrero de 2016

Una noche cualquiera

Pilar lleva un pijama con el dibujo del cuerpo de una princesa de Disney, solo hasta el cuello, ya que la cabeza es la de ella. El de Santiago es de sheriff, como si fuera Woody el de Toy Story, ambos heredados de sus primos, o amigos nuestros, con hijos a los que se han quedado pequeño.

Saltan en la cama hasta que les amenazo con irme. Manolito, aunque es “mayor” viene como quien no quiere la cosa a escuchar el cuento y Reyitas, aunque teclea en el móvil, hablando con amigas a las que acaba de ver, también pega el oído.

No entienden la palabra atizar el fuego, ni tomar las de Villadiego, ni otras muchas. Me detengo y les pregunto. Acostumbrados al cole, levantan la mano para contestar. Pilar se enfada porque Santi contesta sin que le den el turno. Las respuestas sonde lo más peregrinas.

Cuando termino con Pulgarcito, rezamos, aunque suelo hacerlo al revés, primero las oraciones y después, el cuento.

Santi y Manolo están bastante nerviosos y se van a su cuarto riéndose y dando saltos. Estoy seguro de que tendré que utilizar la zapatilla.

Me siento en el salón. Los niños han ido a molestar a Pilar.

Esta se mosquea y grita ofendida- Papa, que los niños no me dejan dormir, y yo mañana tengo una excursión-
¡Ah, una excursión, cosa importante! Sus hermanos se parten de risa.

Me levanto y digo en voz alta- Por favor dejad a vuestra hermana dormir, que mañana tiene una excursión- Pilar se siente reconfortada, y sus hermanos redoblan las carcajadas, junto con las mías que trato de que Pilar no escuche.

Por supuesto me quito la zapatilla y corren. Manolo debajo de la manta recibe una buena tunda - toma, toma, toma- le voy dando por todo el cuerpo. El es un revoltijo de risas temblonas.

Desde la cocina, Reyes me riñe: ¡es que tú eres peor que los niños!


2 comentarios:

  1. Cuidado con contar lo de la zapatilla, Ignacio: te arriesgas a que un fiscal inquisidor te quite la patria potestad.

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