Veo a la niña yendo al colegio, porta una mochila rosa, con
princesas dibujadas, a la espalda. Los calcetines dejan al descubierto sólo las
corvas, debajo de la falda. Tendrá unos cinco años y lleva dos trenzas, sujetas
con dos gomillas, una rosa y otra amarilla.
Son esas trenzas lo que me conmueve tanto. Presiento, el
tiempo dedicado entrelazando amores, con los dedos dormidos, a la madre.
Trenzas minuciosas, raya que divide la cabeza pequeña en dos
mitades. Con la punta del peine, la madre ha trazado los dos hemisferios,
perfectos, del mundo.
Camina, niña, al cole, que ignoras que tu pelo se haya entretejido
con la fuerza que mueve los planetas.
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