A las siete y media de la mañana, en la plaza recoleta, clamaba Tosca, desesperada por tener que entregarse al pérfido Scarpia. Un vagabundo rodeado de bolsas, sentado en un banco, sucio y desastrado, escuchaba una radio a todo volumen que emitía la música deliciosa. Una paloma voló sobresaltada.Con la melodía rondándome la cabeza seguí pedaleando camino del trabajo.
Esa misma noche iba a escuchar en vivo el drama.
Y no me defraudó. Voces y orquesta formaron un conjunto espléndido.
Tosca es una obra maestra del género, Puccini es un creador de ambientes único. Cuando la protagonista se debate entre el amor y la deshonra nos sobrecoge con su aria delicada y nos sorprende con su arrebato fatal que resuelve el dilema, clavando el puñal en el pecho del lujurioso policía...¡ E avante a lui tremaba tutta Roma!
Ópera en estado puro. Aunque me la sé de memoria no deja de impresionarme el grito de espanto de la protagonista cuando se da cuenta de que su amado ha muerto realmente y no "come la Tosca in teatro".
La primera vez que escuché Tosca fue en París, arreguinchado literalmente, con mi hermano, en un altísimo palco del Palais Garnier, casi tocando los horribles frescos de Chagall... Después paseamos obnubilados, ¡con diecisiete años! por la Rue de la Paix, hasta la Place Vendome.
Ayer la escuche por enésima vez y salí, hechizado de nuevo, ahora con mi mujer, por una Sevilla solitaria y cálida. El Río, la Plaza de Toros como una gran concha vacía, blanca y dormida... para terminar de desquitarnos de tantas emociones apoyados en la barra del "gastro-bar" con nombre de walquiria, "Brunilda", donde despachamos a gusto una cerveza y un foie fresco entre peras al vino...
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