martes, 12 de mayo de 2015

LA MISA

Ignacio cumplió 14 el domingo.
Le cogió en Asturias, participando en una regata nacional de piragua. Paliza de viaje en autobús desde el jueves noche y regreso el domingo. A pesar de todo se lo pasaron en grande.
Aunque nos preocupamos su madre y yo de que pudiesen asistir a misa, era imposible. No les dejan salir sólo y el sábado por la tarde llegaron del entrenamiento al hotel más tarde de las ocho. El domingo, competían por la mañana y salían para Sevilla acto seguido.
Aún así le damos la tabarra y miro por internet si hay alguna misa cerca o alguna posibilidad.
-Papá, si además el entrenador es ateo, como le voy a decirle lo de la misa.
 Porque tú no lo eres- le contesto.
Ayer le llamo por teléfono y le recuerdo que al menos vaya hoy por la tarde.
Es que tengo muchos deberes y examen del conservatorio y voy super atrasado, y no he terminado los ejercicios de inglés, y...
No importa. La misa es lo primero. Tras colgar me llama otra vez.
Papa que no voy, que es imposible.
Bueno, tú verás lo que haces, hijo,  no tienes media hora, en más de una semana para dedicarla al Señor. No vayas, hijo, no vayas... Cuelgo. El tono de mi voz es una mezcla de asombro y desolación.
Cuando regreso a casa, están cenando.
Saludo a Ignacio. Al final he ido, papá. ¡tres cuarto de hora- se queja- había un entierro, (se refiere a una misa de difuntos) me he tragado entera la historia del muerto...!
¿Pero estás contento?
Sí- me dice.
Venga, estudia, corre- le conmino- que no tienes tiempo.
Se mete en el cuarto de baño para ducharse.
Al cabo de un ratazo, golpeo la puerta.
¡Eh, tú, el agobiado, el que no tenía tiempo de ir a misa, que estamos esperando para que soples las velas de tu tarta. Que el agua caliente cuesta dinero...!
Sale mojado, sonriendo, algo avergonzado.
Y tras la cena, aún estuvo un rato ante la tele viendo Bienvenido Mister Marshall
¡El atareado!

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