La vida está tejida de pequeñas puntadas que forman una trama. De hitos casi invisibles, de hilos que se van cortando. Nuestra intrahistoria está en el cada día.
Ayer se le cayó un diente a Ignacio, supongo/espero que el último. Con 11 añazos no creo que crea en el misterio todavía, pero el colocó su diente debajo de la almohada y se gano diez euretes, que su madre y yo no teníamos cambio a esas horas nocturnas y quién, por algunas monedas de más, estropea una ilusión.
Y todo continúa... y los dos pequeños abandonaron para siempre el biberón. Los olvidamos en Estella antes de regresar y ya puestos, decidimos que son demasiado mayores y utilizarán vasos. Y allí se han quedado, perdidos, dos biberones gastados y opacos de tantos cereales y tanto Cola-Cao
¿Qué cosas tan ínfimas, verdad?
Pero todavía me quedan ¡madre mía! dos dentaduras enteras y la mitad de la de Manolito...
Dos dentaduras y media! te vas a arruinar Ignacio! jajajaja
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