Pues sí, la malhadada crisis tiene sus cosas buenas. Una de ellas es la de la vuelta a la medida y la discreción en la vida diaria.
En esos años de bonanza en que se disparaba con pólvora del rey la sociedad se había vuelto loca. España parecía un nuevo rico y la sociedad se comportaba como tal. Había demasiado ruido y pocas nueces. El dinero no se gastaba, se despilfarraba, en primer lugar en la administración pública, y siguiendo su ejemplo los particulares, las familias. Las grandes comidas, los viajes, las fiestas, las facturas verdaderas y falsas, los cochazos, había una falta de comedimiento absoluta. Virtudes de toda la vida como la sencillez, la sobriedad, habían desaparecido y eran denostadas.
Aprovechar la comida sobrante para el día siguiente, zurcir calcetines, heredar la ropa, el que lo hacía, desde luego no lo publicaba.
Por lo menos ahora no se nos atosiga con la ordinariez de aquellos a los que les salía el dinero por las orejas y no lo disimulaban.
El precio está siendo demasiado elevado, pero no es malo, no, comenzar a disfrutar de las cosas pequeñas que valen mucho y no cuestan dinero.
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