viernes, 29 de septiembre de 2017

BANDERAS EN LOS BALCONES





El día 11 de septiembre colgué dos banderas de España en mis balcones.
Lo hice sin alegría y con cierto reparo, porque sabía que no es aquí, en Sevilla, donde eso tenga mayor importancia, sino en Cataluña, donde, literalmente, te la juegas si lo haces. Así de triste.
Aún así, lo tomé como un pequeño signo,  personal, mi leve grano de arena en pro de la legalidad y mi rechazo absoluto y frontal a la deriva nacionalista de la gentuza independentista catalana.
Y digo gentuza, y digo bien. Gentuza son los delincuentes, y malhechores son los que quieren destruir la convivencia saltándose la ley a la torera. (Y no se trata de oprimidos contra un estado injusto. Nada más alejado de la realidad. Es más, los oprimidos son la mayoría silenciosa que están coartados y pisoteados por el totalitarismo de una Generalidad que no permite disentir).
Y digo gentuza, no por lo que opinen, porque tener ideas aunque sean falsas, absurdas y míticas, como el ideal del País Catalán que nunca existió, es legítimo, ser idiota es legítimo, (lo del suprematismo y la xenofobia no tanto…) pero para que esas ideas se plasmen en nuestro ordenamiento jurídico hay unos cauces, y sólo ellos son aceptables: reforma de la constitución, disolución de las Cortes, referéndum, etc. Eso requiere convencer a los demás, no imponerse por las bravas.
Por todo eso pongo mi bandera, a la que hoy, a dos días del proyecto de rebelión, veo con alegría que se han unido cientos de ellas por toda la Ciudad. Son como leves llamas de esperanza que dicen  que los buenos catalanes no están solos.
Porque, y no nos engañemos, se trata de buenos y malos. Los que están con la ley y los que están contra ella. Por eso pongo mi bandera para decirlo alto y claro, no con la tibieza sinuosa de la Conferencia Episcopal, cuya declaración es escandalosamente artera, con una reiterada llamada al diálogo. Cómo si se pudiese dialogar con un insensato.
Cada vez que un gobierno habla de diálogo con los independentistas me agarro la cartera, porque se trata de eso a la postre.  Es el ordenamiento jurídico el que garantiza nuestra convivencia. Nada hay que dialogar, lo que hay es que imponer la legalidad vigente, y punto. Todo lo demás son paños calientes que no sirven absolutamente para nada y que nos llevarían a la ley de la selva, esto es, a la guerra.
A los delicuescentes de siempre, les recuerdo las proféticas  frases de Churchill en otros momentos trágicos:
“esto no será más que el primer sorbo de una copa amarga, a menos que, mediante una recuperación suprema de la salud moral y el vigor marcial, volvamos a levantarnos y a adoptar nuestra posición a favor de la libertad, como en los viejos tiempos”.

“Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.


1 comentario:

  1. Se me han borrado las fotos de hoy, menos una, con el resto del mensaje. Mándamelas a blaudonau@telefonica.net con tu teléfono y señas electrónicas. También hoy cuelgo mi bandera en mi blog Viñamarina. ¡Visca l'unitat d'Espanya! Aquilino Duque

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