lunes, 27 de febrero de 2017

EL GRAN DERBY


Por cuestiones ajenas a mi voluntad y para llevar a mi hijo Manolo, fui al Gran Derby Betis-Sevilla.

Es la tercera vez que voy al futbol en los últimos dos años por la misma razón.  No recuerdo haber ido antes desde los mundiales de naranjito, quizá a algún partido de España en Bup o COU.

Impresiona ver esa gran multitud voceando unánimemente.

Es casi salvaje, da miedo. Se percata uno de lo que puede ser capaz una muchedumbre enfervorizada y piensa en las revoluciones. Nada hay que pueda detener a una marabunta humana, ni las piedras de una fortaleza medieval como la Bastilla.

Somos gregarios. Esa masa vestida del mismo color que levanta unas cartulinas que dejaron en los asientos al efecto, todos a la vez como un solo hombre, son los mismos que vociferan las consignas de otros, a través de las redes y los medios, todos a una.

Da qué pensar el peligro en el que estamos sumergidos y lo fácil que es dejarse llevar.

Es un espectáculo bastante democrático de ahí que sea bastante plebeyo. Es decir, a salvo los palcos presidenciales, que desconozco, era una masa más ordinaria que otra cosa. Habría gente distinguida, cómo no, pero oculta en la vulgaridad ambiente.  Allí la gente no va a figurar y se nota, esto es, no hay elegancia, ni distinción. Digo esto porque acostumbrado al público de los toros del coso de Sevilla, donde va la gente de punta en blanco, la diferencia es notable. Ni una mujer de gran belleza, como las que suelo ver en la Maestranza. Además es un espectáculo de hombres, donde priman los hombres. Hay mujeres, pero en gran minoría. No sé que esperan las feministas para imponer unas cuotas de entrada paritaria, porque eso no se puede consentir.

Por lo demás es un espectáculo donde la gente sufre y disfruta. Un señor cincuenton a mi derecha no dejaba de gritar como un poseso, llegará a casa tranquilísimo tras la catarsis.

El respeto del público brilla por su ausencia. Cuando se cae uno propio se grita al contrario sapos y culebras, cuando se cae el contrario se le pone de chupa de domine, por cuentista.

Cuando sale el equipo propio se le aclama y aquello parece un circo romano. Cuando sale el otro equipo se le pita e insulta.

Los tacos vuelan por doquier y se corean - ¡¡Puta Sevillá, Puta Se-vi-llá!! - por niños y mayores. Mi hijo Manolo me pide permiso y se lo niego, sólo si dice fruta.

En el segundo tiempo leía mi libro electrónico. De pronto un silencio extraño, pregunto qué ha pasado. Ha metido un gol el Sevilla. No se oyó ni un grito de gol. (Por razones de obras no han permitido la entrada a los hinchas sevillistas, que sólo se hallan infiltrados y bien calladitos por la cuenta que les trae, como yo). Cuando lo metió el Betis no tuve que preguntar, fue una locura colectiva.


En fin una experiencia. La gente se lo pasa en grande y bien que hacen.

Por mi parte, no puedo decir que me aburriera, pero tampoco exulté y eso que ganó el equipo de mis amores que llevo muy dentro de mi corazón hasta la muerte: Betis 1 –Sevilla 2

5 comentarios:

  1. Pues que sepas que mi hijo- vete tú a saber por qué, siendo asturiano y no habiendo puesto jamás un pie en Sevilla- es, como tú, un sevillista de pro...

    Un abrazo ( y enhorabuena a los dos)

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    1. El mío bético, pero realmente es que el sentimiento por mis colores está bastante desteñido, no ha tenido la fuerza suficiente como para contrarrestar a mi cuñado verderón. Un abrazo.

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  2. Genial, Ignacio! Comparto al 100% tu artículo. Bien es cierto que te falta en la apreciación una dosis de pasión futbolística que compensa la vulgaridad y zafiedad rampante. Esa pasión que desata tu corazón de alegría y una felicidad especial, raramente explicable, que te hace de resorte para saltar y llorar incluso. Si además tu equipo gana algo importante, te convierte en un fiel seguidor cual borrego de rebaño. Ciertamente es un espectáculo de masas nada edificante ni elegante porque la elegancia y caballerosidad ha sido expulsada del fútbol desde los dirigentes hasta el último utillista y eso provoca rechazo a las personas de bien. De todas formas te recomiendo reconduzcas a Manolito hacia clubes de más tronío donde es más fácil percibir el éxtasis futbolístico!

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  3. Disculpa, olvidé firmar: tu cuñado sevillista, Alberto

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    1. No hay duda de que me falta pasión, aunque comprendo la de los demás y a veces puede que hasta la envidie

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