Además perfectamente restaurado. Desde los bancos de atrás, en misa, mientras el sacerdote rural, cantaba desaforada y desafinadamente, y todos mis hijos reían (la homilía sin embargo fue breve, sencilla y sensata) yo me dejaba las pestañas tratando de averiguar si tanto esplendor era cierto o una copia.
Al final nos acercamos a admirarlo, era genuino y verdadero, con detalles deliciosos en su ingenuidad, como este Judas que para que a nadie le quede dudas de su carácter artero, roba una rosca que esconde detrás.
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