Si puedo voy al Cervantes, porque así contribuyo a mantener el teatro más antiguo que queda en Sevilla, tras la demolición imperdonable del San Fernando en 1973.
Es una delicia entrar en esa sala de cine magnífica, donde, desde hace más de 150 años hay representaciones y por la que ha pasado la historia del cine.
Curiosamente, Cafe Society refleja ese mundo glamuroso de Hollywood, cuyas obras se han estrenado coetaneamente en la sala en la me hallaba. Palcos, galerías, gran lámpara...
Es el sitio perfecto para ver al siempre estupendo e ingenioso Woody Allen, que a mi no me defrauda casi nunca, y ayer no lo hizo.
Actores simpáticos, actrices bellas, diálogos divertidos, música amena, ambientación perfecta, vestuario sofisticado...
Su nihilismo, tan frivolón y acorde con los tiempos, no es tan ácido en esta película, y por ello no pierde un ápice de encanto.
Deseando estábamos de que se encendiese la pantalla para evadirnos de los dos contratiempos domésticos que se plantearon mientras Reyes y yo caminábamos hacia la sala. Ignacio quería ir a Isla Mágica y debía quedarse con sus hermanos, Reyitas debía venir un día antes de Conil para su examen del Conservatorio, que era antes de lo previsto.
Al fin se apagaron las luces y con ellas se disolvieron los problemas.
Se pasa un rato chispeante, refrescante, como la lata de Coca Cola que nos tomamos.
De regreso a casa a media noche ya estaba todo felizmente resuelto.
Probablemente la veremos este sábado. Un abrazo.
ResponderEliminar¿Qué te pareció?
EliminarTodavía no hemos ido, pero iremos y te diré. He leído comentarios elogiosos y otros menos, pero a mí suelen gustarme sus películas.
ResponderEliminarUn abrazo