Me he asomado al balcón, en esta mañana de enero, hace mucho frío, al fin.
Me he detenido en mirar a la gente que sale del Salvador, de la novena de Pasión. Hoy es el día grande en la Hermandad. El arzobispo ha celebrado la función principal ante un altar iluminado con decenas de cirios rojos de cera pura.
Desde las diez de la mañana, en una plaza solitaria, han ido entrando en grupo las familias.
Hoy, como siempre, se encontrarán aquí, los de siempre y como siempre notarán la ausencia de los que ya no están.
Abrigos oscuros, bufandas, trajes grises y corbatas sobrias. Nada que ver con Podemos, ni rastas, ni piojos. Es una Sevilla señorial y elegante, de Álvarez Gómez y Chanel, de lustrosos visones y bolsos de cocodrilo.
Por las escaleras bajan dos niñas muy pequeñas, de cuatro o cinco años. Van vestidas iguales. Con unas capas, lazos, zapatos y leotardos grises. Se nota que su madre se ha preocupado esta mañana bien tempranito de que vayan muy arregladas porque es un día importante. El abuelo, las lleva de la mano, ¿o son ellas las que lo llevan a él.? y se le ve orgulloso.
Hace setenta u ochenta años, el mismo bajaba por esos grandes escalones de mármol gastado, de la mano del suyo, y dentro de otros ochenta, esas niñas llevaran a otras asidas de la mano, una fría mañana de enero, tras celebrar el final de la novena de la Hermandad de Pasión.
Y así se va forjando esta cadena invulnerable.
Es muy curioso, Ignacio, pues el otro día me acordé de esta iglesia. Ya sabes que estuvo muchos años cerrada. La primera vez que la ví me quedé impactado, tras la reforma. Desde entonces, siempre que vuelvo a Sevilla hago un hueco para verla.
ResponderEliminarEntonces el otro día pensaba: "ojalá estuviera en Sevilla, allí hará menos frío, ojalá pudiera ir a ver el Salvador".
Seguro que el señor de las nietas echó de menos la iglesia, los años en que estuvo cerrada.
La iglesia es impresionante, Fernando, efectivamente. Y no sabes cuánto la echamos de menos todos los sevillanos durante los años de cierre. De ahí salen varias hermandades de las más importantes y queridas de la Ciudad, entre ellas "la Borriquita" y está unida indefectiblemente a su memoria íntima y a sus más profundas emociones. Tengo la suerte de vivir al lado y la "disfruto" mucho. La próxima vez que vengas por aquí la vemos juntos. Un abrazo.
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