Sin complejos, y eso está muy bien. Corre por ahí una campaña, pagada con el dinero de todos los contribuyentes, que somos usted y yo, que incita a la exposición desinhibida de los seres humanos en todas sus formas y figuras… Cada uno es como es y no vamos a andar ocultándonos por ser gordos, calvos, bajitos o enclenques, pero… Una cosa es vivir retraído y otra el exhibicionismo petulante, que es lo que hoy impera por doquier.
Que un paseo por la playa es una experiencia desastrosa lo constata cualquiera, porque la gente va a lo suyo y le importan un ardite todos los demás. Y así nos va. ¡Tápense, por Dios, tápense! Que no hay porque airear lo que debe estar oculto. Qué exasperante, esas nalgas informes, esas piernas canijas y blanquecinas, esos cuerpos marchitos… con los pareos que hay con prints de estilo étnico o asociados con el universo de los viajes o la playa, o las hermosas camisas de hilo y algodón o “kurtas”y “caftanes” a la última, que nos cubran los pechos escuálidos y los vientres de batracio.
Pero, no ¡la playa es mía! y quien dice la playa, dice el paseo o la terraza de veladores. Gente indecorosa y feísima que se dejan ver en toda su truculencia: tatuajes insólitos, chanclas perturbadoras, tristes pantorrillas…
Pues no, ni la calle, ni la playa, ni el mundo es suyo, estamos obligados a convivir y una norma básica es no ofender al prójimo, y si usted es poco estético, como suele ser habitual, salvo que tenga la suerte de estar en esa franja de edad, ay, tan fugaz, pongamos que de los quince a los treinta, por favor, camúflese. Los demás no necesitamos ver sus miserias, ya tenemos bastante con las propias. Cúbranse, sean buenas personas, evítennos sus lorzas temblorosas, sus ajados despojos que andan pidiendo mortajas…
Y los cuerpos gloriosos, que haberlos haylos, gracias a Dios, tampoco se expongan con insolencia, sean sutiles, si lo bueno destaca, no es necesario pavonearse por la orilla jactándose de sus pectorales, ellos, o de sus teticas agudicas de venus de Cranach, ellas. Si en la discreción está el encanto. Pero no, ¡hala, todo el mundo, como cafres, a lo cómodo, como si estuvieran en su sala de estar, sin ropa, sin pudor, sin decoro, qué desagradable, los hunos y los otros! Me pueden ustedes decir que me quede en mi casa. Pues no. Conténganse un poco, que el verano es de todos. Si, además, me lo van a agradecer, una menor exposición solar mejora la piel y previene enfermedades, ataviarse con distinguidos ropajes alegra el ánimo, evita enfriamientos y enriquece a los tenderos. Mas no seamos pesimistas, es cierto, la mayoría carecemos de una belleza clásica, pero no todo está perdido, una buena capa todo lo tapa, decía el dicho clásico, y no solo eso, también lo realza... Realmente nadie es tan espeluznante que no pueda disimularlo. Y cuánto se agradece. Por eso, hágase, háganos un favor, tápese, ¿no ve que si no se le puede quemar el trasero?
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