La madrugada del viernes al Sábado Santo murió José Manuel Holgado Brenes, y no fue casualidad, ni mucho menos, que su funeral fuese en la mañana de Pascua con la misa de Resurrección.
José Manuel es un sevillano original, sorprendente, culto, un personaje único.
Su humildad ha hecho que pase desapercibido este gran artista.
Abogado, su pasión ha sido la fotografía. La historia del arte hispalense le reconocerá sin duda la gran aportación que ha realizado a nuestra Ciudad, como cronista gráfico de una época que desaparece con él. La Sevilla de la transición, la ciudad de los derribos, la de la pre Expo y posterior ensanche.
José Manuel era un señor con un sentido del humor singular, casi surrealista, sería el último de los cabales de aquellos de las casetas del 77 o de aquellos ultraístas de genial estrambote.
Su mirada era absolutamente extraordinaria. Con la cámara en ristre, cuando la fotografía era una técnica compleja, se le veía pasear por Sevilla para descubrir aquello que se nos escapa al común de los mortales.
Una visión originalísima, divertida, audaz, inteligente, disparatada a veces, genial siempre. El legado para su ciudad es inconmensurable. Sus fotografías y negativos deberán ser preservados como un monumento único para entender la Sevilla de la segunda mitad del siglo XX. Son estos grandes artistas los que crean cultura y enriquecen nuestro patrimonio con su visión personal e insustituible.
José Manuel Holgado ha sido un personaje cuya labor se acrecentará con las generaciones venideras, con las tesis doctorales de que será objeto su obra. Pero yo quiero destacar su bonhomía, su alegría, su sonrisa, su sencillez. Cuántos personajillos y figurones en esta ciudad nuestra no dejan de aparecer en letras de moldes y sin embargo un artista de la categoría de este maestro, por iniciativa propia, jamás salía del círculo de la intimidad de su esplendida familia en la que tenía puestas todas sus complacencias.
Ayer fuimos a la parroquia de la Magdalena a despedirle, los pasos aún puestos, con la cera derretida, en la mañana de Resurrección. No puedo olvidar esas mismas madrugadas de mi juventud tomando churros con chocolate en su casa de la calle Arjona tras la Vigilia, con el piano, las fotos en las paredes, asombrosas, Maribel su mujer siempre acogedora, la abuela, sus hijos, mis amigos, todo luminoso, todo divertido; así quedará ya siempre en mi memoria.
Hombre de fe, José Manuel estará ya con la Virgen del Amparo y con Cristo resucitado, donde espero, que podamos, todos juntos algún día, celebrar la Pascua eterna con churros y chocolate incluidos.
Mi más sentido pésame y un gran sentimiento de fe para sus amigos con tu extraordinario panegirico sin duda más que merecido. Pascual
ResponderEliminarMuchas gracias, Pascual. Un saludo
Eliminar