Cuando murió, ya sin un recuerdo que llevarse al alma, esos discos de vinilo pasaron a mi casa (de mis padres hoy) y yo entre arias de ópera y nocturnos de Chopin, los entremetía y los escuchaba una y otra vez. Me leí de corrido entonces unos tomos encuadernados en piel de Hugo Wast, que transcurrían en esa América Hispana que Praderas nos traía con su voz desde ultramar, con su voz inconfundible, con su elegancia única.
Qué bella ha sido siempre esta mujer, qué delicadeza. Su manera de interpretar convertía en poemas las letras más simples, era una rapsoda y transformaba lo que tocaba, lo que cantaba.
Si alguna vez queda mi mente en blanco que me pongan esos discos de microsurco con la voz de Praderas, tal vez, como mi abuela, me vengan felices recuerdos mientras procuro olvidarte.
Al parecer la música remueve incluso en personas con la cabeza ida recuerdos o asociaciones que no consiguen hacerlo otros estímulos. Nuestra cabeza, esa desconocida.
ResponderEliminarUn abrazo
El poder evocador de la música es inigualable. Qué misterio. Un abrazo
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