Santiago llora desconsoladamente. La tablet que le han echado los Reyes, alguien misterioso - yo no, yo no- dicen todos, la ha dejado en un descuido entre las sábanas de la cama deshecha y Manolito al trotar por encima de ella la ha partido.
Ha durado 4 días. Eso le pasa a los Magos por traerle "juguetes" tan caros y delicados a un niño de 11 años. La suerte es que en la tienda insistieron con un seguro "gratis el primer mes" y que Melchor suscribió con la idea de darse de baja el segundo...
Al día siguiente al mayor se le cayó el móvil del bolsillo desde la bicicleta y un coche pasó por encima. Siniestro total. Todavía no están terminadas de pagar las cuotas...
Se resigna y se apaña con el viejo que tenía guardado, que no estaría tan mal digo yo. Aunque se queja de vez en cuando no se atreve a pedir uno nuevo, así a las claras.
Como veo que al final tendremos que sustituirselo hago gestiones para conseguir con los puntos de las cuotas uno nuevo para mí y traspasarle el mío, que a mi parecer está flamante y tiene mil prestaciones que ni sé usar.
Pensando darle un sorpresa le comento la jugada. La sorpresa me la llevo yo. Mi teléfono no es digno de ser llevado por su señoría... por lo visto está desfasado (no tiene aún dos años) y pretende que el nuevo sea para él. "Tu lo que quieres es cambiar de móvil a mi costa" (sic).
Así las cosas le he dicho que reúna y cuando pueda él mismo se compre el teléfono de última generación que más le guste.
Ya contaré como termina la cosa...
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