La tarde del lunes, después de la interesante coloquio sobre Murillo en Cajasol, vi abierta la Iglesia del Salvador a hora intempestiva.
Benito Navarrete especialista en Murillo, dejó algunas frases que se me grabaron como que "Sevilla es una ciudad maravillosa de la que hay que saber defenderse" o que "hasta que no me dí cuenta de que el Gran Poder no podía ser prestado para una exposición temporal no acabé de entender a Sevilla y a Murillo". Esto último me asombra porque para un sevillano es tan obvio que no parece que haya mucho que entender, pero me viene a la cabeza que hay cosas extravagantes a la qué estamos tan acostumbrados que nos nos damos cuenta de su peculiaridad. Así, el otro día, un turista hacía unas fotos en el bar donde desayuno todos los días. Retrataba unas enormes cabezas de toros que había en las paredes. Me quedé perplejo porque no supe entonces si las habían puesto recientemente o llevaban ahí desde siempre...
¿Qué porque estaba abierto cerca de las nueve de la noche la Colegial? Celebraban el último día del triduo a la Virgen del Socorro. Me quedé, escuchando el coro de cinco voces deliciosas sentado delante de ese altar montado por los priostes de la hermandad para la ocasión, con el exuberante retablo de Acosta como telón de fondo.
Gracias a Dios no se ha perdido esa
liturgia antigua y el incienso, las decenas de cirios encendidos, los solemnes acólitos de movimientos coordinados y pesadas dalmáticas y la música sacra, hacían mucho más patente el Misterio. También esto puede resultar chocante para un parroquiano de Móstoles, es un decir.
Al reparar en la curiosa vestimenta de la Virgen,
me comentó Julia, que esa saya fue un regalo de la marquesa de Cavalcanti. Ahí es nada, me acordé de inmediato de mi amigo Armando. Después he comprobado que actualmente tal título está vacante, lo que me ha tranquilizado porque así se le podrá otorgar sin problemas a aquel, que es quien sin duda se lo merece ahora.
La tal marquesa era hija de la Pardo Bazán, III condesa de Torre de Cela, fue la que vendió el Pazo de Meirás cuando le fue solicitado por el gobierno civil de la Coruña, para regalárselo al Generalísimo de los Ejércitos recién acabada la Guerra y es objeto ahora de gran polémica.
Vivía como una marquesa en su piso de 14 habitaciones de la Calle Goya, lleno de muebles exquisitos, cortinajes, tapices y bibelots, y cuando su marido, descendiente del amigo de Dante, aunque oriundo de Pernambuco, fue nombrado Capitán General de Sevilla, y ella camarera de esta bella imagen, cuya hechura, aunque muy reformada, se atribuye a Montañés, le enriqueció el ajuar con varios regalos preciosos, entre ellos su traje de corte, con el que se presentaba ante la reina Victoria Eugenia, de tisú de oro, pedrerías bordadas y larga cola, que se adaptó pertinentemente y llevó en su paso cada semana santa hasta los años cincuenta.
Mujer muy devota y trayectoria intachable, no sé que pensaría si viese aireada hoy la vida íntima de su madre, con sus cartas a Galdos que son la pera: miquiño, te aplastaré... te morderé un carrillito y expresiones semejantes, que seguramente harían que a esta honesta dama le diera un soponcio.
Ahora es la Virgen quien viste tan rica pieza de vez en vez y resulta algo peculiar pero muy evocadora.
También le regaló dos grandes topacios engarzados, que conocen en la hermandad como los cavalcanti, y en cuya joyero de piel, lleva una placa con la siguiente leyenda, que es digna de un estudio, por lo sabrosa y ser el fiel reflejo de un carácter y una época:
"A mi amantísima Virgen del Socorro, de su humilde camarera, la Excelentísima Señora María de las Nieves Quiroga y Pardo-Bazán, Marquesa de Cavalcanti"
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