Es el actual convento de los filipenses, (iglesia de San Alberto) uno de los más secretos de Sevilla, donde se conserva ese no se qué indefinible que es el poso del pasado inmutable.
La sacristía amplia, abandonada, con una cajoneras de roble oscuro, talladas minuciosamente hace trescientos años. Las lámparas tristes, la pila de mármol policromo, con una jabonera de plástico enganchada a un alambre y unos jabones de aceite gastados y secos. La toalla, es de hilo, con un ancho encaje, bordada. Vestigio todo de pasados esplendores. Hoy sólo habitan tres sacerdotes, lo que fue en un tiempo un Colegio de Teología carmelita por donde pasaron mentes ilustres y doctores renombrados.
La iglesia conserva algunas obras espléndidas, pero nada comparable a lo que fue. Los más afanados artistas de la Sevilla barroca trabajaron en ella y hoy, tras la azarosa vida, expolio del francés, desamortizaciones y gloriosas revoluciones, cuadros y esculturas de Zurbarán, Alonso Cano, Herrera el Viejo, Pacheco, Montañes... adornan museos de medio mundo; tristes se exponen en Massacchusetts, Dublín, Los Ángeles, París...
El patio es un reducto, que no se ha tocado nunca. Aspidistras, helechos, cuadros oscurísimos en las galerías, bancos de caoba en los muros, artesonado viejo en las arcadas...
Tras las galerías la alta torre, la cúpula barroca y el cielo.
Milagrosamente ha perdurado todo y no han construido en el solar "pisos modernos".
Aleccionadora y hermosa visita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario