miércoles, 20 de marzo de 2013

El día de supermán


En la humildad del pegamento y las tijeras se halla la plenitud de la felicidad.
Escuchan las llaves en la puerta y acuden presurosos a felicitarme a mí, que vengo lluvioso y gris, a mí, porque que soy el ser más importante de la tierra. Y se abrazan a mis piernas, y gritan alborozados, y luchan entre ellos por ser el primero en entregarme el regalo secreto, la misteriosa sorpresa que llevan anunciando varios días, hecha con cartulina y papel y cantidades ingentes, infinitas de ilusión. Con lápiz, emborronadas, muy torcidas, bailotean unas letras en las que se adivina la lucha titánica para que se plasme su deseo y sea legible. Veo la lengua apretada entre los dientes, la cabeza inclinada en el pupitre, el baby lleno de virutas del sacapuntas y la mano torpe y paciente, frágil y firme, constante y balbuciente de la que van surgiendo con tesón en un ¡Felicidades, papá! que sabe a gloria.
Fuera ya no llueve.

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