martes, 31 de marzo de 2015

DE COFRADÍAS, MONARQUÍAS Y LECHEROS.

Ayer portaba la bandera de privilegios, tuve ese idem.
Mi hermandad es muy antigua, de la Edad Media y ha tenido muchos avatares y por ende, muchas prerrogativas alcanzadas a través de los siglos. 

Ayer estuvo el Rey de España en Sevilla viendo las procesiones, también lo estuvieron su padre, y su bisabuelo Alfonso. Su abuela Mercedes era muy sevillana, muy del Betis, vecina de la Palmera y hermana de la hermandad de Pasión. Unos años antes un tatarabuelo muy conocido, que entonces controlaba el mundo muy serio vestido de negro, se hizo hermano de mi cofradía de la Vera-Cruz.

Por esto último, yo portaba una gran bandera, con los escudos de los privilegios concedidos por Felipe II y el papa Paulo III. con el Toisón y los castillos y leones, y la granada, y los  las armas de Borgoña, Brabante, Flandes, y Hungría y Jerusalem... En fin, con tan noble e historiado emblema, yo tenía que ir a tono, muy erguido y jirocho, yo que no hice la mili, como un alférez de los tercios de Flandes, como abanderado de la tradición y la historia... Evidentemente no lo conseguí, con el capirote, el antifaz, el mástil larguísimo, los arreos para engancharla... hice lo que pude, no obstante.
Ayer estuvo Felipe VI, en Sevilla. El descendiente directo de aquel hombre cuyos escudos yo portaba, los cuales fotografié con el móvil y mandé por WhatsApp a mi mujer con las tecnologías del siglo XXI.
No es que yo sea monárquico acérrimo y visceral. No entiendo un rey en Estados Unidos, pero si en Inglaterra, España o Dinamarca, (los franceses ellos mismos la destruyeron y quizá estén pagando las consecuencias). Porque sabemos quiénes somos y de dónde venimos, lo cual importa mucho para ver a donde vamos, aunque sólo sea por no repetir lo pasado.

Que el Rey de España esté en Sevilla, viendo las procesiones, como siempre, indica una normalidad, una continuidad sencilla de la historia sin sobresaltos, ni traumas, ni tragedias, porque yo quiero ese discurrir sereno de los días, para que cuando llamen a las seis de la mañana a mi puerta, Churchill dixit, sepa que es el lechero.

lunes, 30 de marzo de 2015

Otro Domingo de Ramos.


Desde que abro las ventanas al cielo azul, azul de la mañana hasta que cierro el balcón porque acabo de arrastrar la vista por el manto largo, cadencioso, de la Virgen del Socorro, donde, entre la hojarasca bordada de oro, se quería quedar enganchada para no abandonarla, han pasado sólo unas horas, pero tan intensas, tan preñadas de sensaciones que parecen siglos. Esto no es exacto. Es como si en un paréntesis hubiésemos estado fuera del tiempo. Porque estamos viviendo acumuladas todas las semanas santas pasadas. Porque es denso cada segundo. Cada instante lleva en sí el poso de los años y de mi memoria.

El olor a incienso y la nube vaporosa que nos difumina la cara de la Virgen, llorosa como la candelería, me llega de muy lejos, desde que estaba en brazos de mi padre.
Él está muy presente y me acompaña en el balcón cuando veo la salida de la Borriquita o la entrada impresionante del Cristo del Amor.

Como una perla, se han ido acumulado capas, como la bola de cera que empezamos siendo niños, se han ido derramando sobre el núcleo purísimo de la ingenuidad infantil todas esas emociones y han cuajado en una gema de nácar que la preserva en su interior y ahora, al son de la marcha fúnebre, del vaivén del palio que se aleja, del crujido del paso de Cristo en el silencio, afloran en irisaciones indescriptibles, misteriosas, inefables.

miércoles, 25 de marzo de 2015

TERRIBLE ACCIDENTE



Iba escuchando la noticia en el coche
los almendros florecidos a través de las ventanas
eran un insulto

y un bálsamo.

Quisiera llevar esos brotes
a la cima de las montañas
de aceros retorcidos
posarlas
a los pies de las heridas
familias
como una caricia
y una oración


martes, 24 de marzo de 2015

Corrección fraterna

Pápa, ¿sabes que Dios se enfadó un día porque en la misa había unos puestos de chuches?
Santiago que ya tiene siete años corrige muy condescendiente, no Pilar, era un mercadillo, y no sólo vendían chuches, sino ropa, comida...

domingo, 22 de marzo de 2015

Domingo de Pasión

Hoy ha sido un día intenso, lleno de emociones auténticas.
Con mi hija Pilar de la mano, salí temprano a la calle, a una Sevilla solitaria y mojada por la lluvia de la madrugada, pero el cielo era azul y olía a limpio y nuevo.
Casi nadie por la calle- papá, qué poca gente-… Si hija déjalo así- Nuestros pasos resonaban por la calle Cuna.
En la de Acetres, se vende, la casa natal de Cernuda, la del patio y el sol que traspasa la vela de sombra, y el niño, sentado en la escalera, viendo jugar los rayos sobre las losas de mármol…
Se vende un trozo de Sevilla ¿Qué precio tiene un trozo de su alma?

Seguimos caminando y entramos en una de las parroquias mudéjares, de la primitiva ciudad recién reconquistada y dividida en 24 collaciones por el Rey Santo.
Por varias de esas iglesias hemos pasado hoy y hemos disfrutado de la historia fundida con sus muros.
El Cristo de la Caridad, obra esplendida contemporánea, muerto entre los cirios esperando en la tiniebla los besos escasos de los devotos madrugadores.
Nunca me había fijado en la capilla neogótica donde se halla el sagrario. No es kitsch, ni fea, como suelen, qué va, es muy autentica, muy decimonónica, muy francesa y muy victoriana a la vez, muy de santa Teresita de Lisieux o de Montmartre, muy chestertoniana, parece que vamos a escuchar los sermones de Newman, o que entrará a rezar con su cabello velado Julia Flyte.
En la serena mañana sin tiempo te vas fijando en las casas que todavía conservan el encanto de la vida pasada que aún perdura, con la dejadez de los años, cansadas.- Papá, está un poco sucia y un poco vieja…si hija, y un poco tristes, sí, pero erguidas y dignamente venerables … con su palmera y sus patios y sus puertas de cristales de colores que filtran la claridad y la pureza del día.
Y así voy recorriendo la Sevilla que quiero, que no está profanada por lo vulgar y falso y pretencioso.
Y en la capillita del Museo, expira el Cristo enroscado en su cruz y besamos sus pies heridos y llagados… y una escultura y un cuadro y un candelabro de bronce con seis velas y un manto de terciopelo que hace aguas, como el nombre de la Virgen a la que espera en su paso.
Y hemos entrado en un hotel en la plaza de San Andrés, donde esperaba el desayuno a los turistas que tengan la suerte de alojarse en él. No lo conocía y es una casa grande restaurada, un poco exagerada quizá, muy viscontiniana, pero que se salvaba porque los tapices flamencos eran auténticos, los grandes cuadros holandeses, del diecisiete, la alfombra de nudos, de Stuyc, los muebles taraceados antiguos, el retablo que adornaba la escalera, barroco de verdad y la fuente de mármol, cantarina y perenne, verdadero testigo de los avatares de las familias que la habitaron y que llora sus lágrimas sobre las hojas de las aspidistras verdes que estallan a sus pies.

Y la iglesia pequeña de Montserrat y el portentoso Cristo de la Redención de Juan de Mesa, y cruzar por la Magdalena, con el monumento de plata preparándose, y los retablos cubiertos con cortinajes de damasco, que nos dicen que estamos en tiempo de penitencia y recogimiento…
Y el Cristo Yacente, que parece recién muerto, que aún respira, trémulo a la luz tenue de las velas… y el paso alegórico de “la canina”, qué barroco esto, con esa calavera a los pies de la Cruz que tanto me impresionaba…

Y llego a casa con el espíritu en carne viva, dispuesto a escuchar un pregón de un poeta que presagia grandes momentos.
Lutgardo tiene una voz y un decir de gran hondura y delicadeza… va desgranando la verdad de nuestra Semana Santa, como pocas veces he leído o escuchado, cuando termina ha entrado por derecho propio en el elenco de los elegidos, con Romero Murube, Laffon, Sierra, Cernuda, Burgos, Montesinos…
Salgo apaleado de metáforas e imágenes hermosísimas, obnubilado por tanta belleza recogida en sus versos… su pregón ha sido un largo poema que me ha llenado los ojos de lágrimas y que he tenido que contener, herido, cuando he bajado de la salita a continuar con la rutina. Antes he salido a la azotea a respirar profundo, a “descomprimirme” para despertar a la realidad poco a poco sin dañarme.
Por el balcón veo pasar el paso, cubierto con un plástico, de La Borriquita que entra en el Salvador por la rampa del gozo. A la misma hora exactamente una semana después, hará el recorrido inverso, con las palmas, los ramos, las rosas y los rezos de los niños, la gente, la ciudad desbordada, con los corazones que se escapan, como los globos, de las manos pequeñas e ingenuas.
Por la tarde hemos salido todos, con Reyes y los cinco, y nos seguía esperando una ciudad abierta que se nos entregaba sin rebozo. Y una iglesia y un convento y una plaza y un palacio. Allí el de Villapanes, donde vivía hasta hace poco, un marqués tronado, entre pasados esplendores y viejas paredes de estuco desconchadas. Y en la Iglesia de Santiago la hermandad del Rocío expone a sus sagradas imágenes con todo el esplendor profuso de un saber heredado, y en una esquina oculta y fría, bajo un magnifico cuadro de Mateo Pérez de Alesio, de principios del XVII, donde Santiago mata moros sin cuartel, está una imagen portentosa de Roldán, una Virgen orante, con las manos trenzadas, y un rostro de mujer guapísima en su dolor. Hace trescientos años era el centro de la devoción de Sevilla, una de las grandes hermandades opulentas y espléndidas, objeto de las suplicas, los rezos y las peticiones de todo un pueblo. Miradla, ahí sigue, en su callada hermosura, esperando regalar su dulce mirar al que se acerque…
El sagrario late en las capillas sacramentales de silencio y humo, tras las rejas, reservado de la barahúnda, que llenan las iglesias- niños la genuflexión que está el Señor… y casi nadie repara…
Y la casa de la duquesa de Osuna, y el hotel encantador que el duque de Segorbe ha restaurado y un trozo de cielo entre cuatro paredes enjalbegadas y la duquesa, siete veces Grande de España, cruza la plaza empedrada en su coche azul, guiado por su chofer; vestigios del pasado como los escudos del gran palacio, las espadañas mudas, los patios o el cercano convento vacío…

También hay que votar. Lo hacemos, qué remedio.
La misa en la capillita de San José es un deleite. Allí he ido desde niño con mis padres y mis hermanos toda la vida, y allí me han amonestado cuando no nos callábamos, como yo ahora a mis hijos, rodeados de viejecitas de pelo blanco, y señoras que agitan sus pulseras de oro cuando se abanican, que a veces también nos reñían, y nosotros conteníamos la risa entre estertores. Allí he ido a los oficios, y la Misa del Gallo y todo ese fulgor de hojarasca de oro es una labor del gremio de los artesanos carpinteros, esmerados en regalarle un cofre soberbio a aquel de los suyos que adoptó a Dios.

Y tengo prisa. Aún tengo que probarme el capirote y el antifaz que mi mujer planchó por la mañana mientras escuchábamos el pregón. No cuadran, la túnica que era de mi padre me la pondré yo ahora, y la mía la portará mi hijo Ignacio que sale, cumplirá los catorce, por primera vez. Y eso es la vida que se renueva, y eso es la muerte, que no existe.
Y son tantas emociones…
Pero aún hay más, debo apresurarme para ir a un concierto. Como agradecer a mi amigo D. V. que me haya llamado para acompañarlo . El FEMAS es un lujo que no sé cómo nos podemos permitir, pero que ahí está
Y The Tallis Schollars nos deleita con un coro de diez voces a capella que nos elevan a espacios distintos e inefables. Qué dulzura de música, qué delicia de acordes, que acompasado, que finales como cuerdas vibrantes al unísono, que tiemblan como si de un solo instrumento de tratase.
¿Qué España era esa, cuyos músicos eran los mejores del mundo, que Sevilla era aquella, culta y refinada, Guerrero, Morales, Lobo, que daba maestros y compositores como si tal cosa? La lamentación de Job, el Regina Coeli, el María Magdalena... qué maravilla.
Este grupo, de los mejores del mundo, no ha tenido que adaptar su repertorio para venir a Sevilla, es que su repertorio común y ordinario esta preñado de la música que aquí se hizo en otros siglos. Y levanto mis ojos a mi móvil y veo los resultados de las elecciones en el intermedio, y se me caen los palos del sombrajo. ¿Qué se hizo de aquellos esplendores?
Me cuesta volver a imbuirme en la música, pero lo consigo, porque son unos interpretes absolutamente geniales.
Salimos, no quiero mirar los resultados, que no me rompan el hechizo de un día mágico. Voy caminando por la calle oscura, estrecha y sola, de regreso. Al entrar en la ancha plaza, extrañamente vacía,
veo iluminada en lo alto la pequeña ventana de mi balcón.

Para mi es inmensa. Dentro late todo lo que vale la pena en esta vida. Qué me importa a mi Susana o Juan Ma Moreno.

¿Tiembla la luz de la ventana o es mi mirada?
Trémulo yo, de felicidad y belleza, dirijo lentamente, mis pasos a ella…
a mi casa.




Nota: Las fotos están hechas con el móvil y claro, no es lo mismo, pero dan una idea...

jueves, 19 de marzo de 2015

VALOR Y PRECIO

Cuando llego a casa no me reciben los pequeños con los regalos churretosos del día del padre, como viene sucediendo desde hace más de diez años.
Qué desilusión.
Reyes me dice que ya en primaria no los hacen en clase.¡oh, sin darme cuenta mis niños han crecido!
Una melancolía grande me invade. Pilar con sus dos coletas, y Santi, que no es muy alto, son para mí muy pequeños, pero realmente ya no lo son tanto.
Estoy meditabundo en la cocina, mientras tomo la sopa, sobre el tempus fugit y el carpe diem y todo eso, cuando llegan los dos mayores. Me entregan un paquete.
- Es muy poca cosa papá, porque no teníamos mucho dinero. Es un boli, que sirve también para pulsar el móvil con la parte de atrás - me dicen- Como tu siempre los estás buscando por toda la casa- y es verdad, me veo retratado, gritando- ¡pero donde habéis metido los bolííígrafos!.
Ellos solos fueron ayer a la tienda con su propio dinero.
Poca cosa, dicen...
No saben ellos el valor para mi de ese gesto, que no tiene nada absolutamente que ver con el precio...


miércoles, 18 de marzo de 2015

15 años.

Para dar gracias siempre es tiempo
para ser consciente de tu presencia
constante
del peso liviano de tu rostro en la almohada
para sentir cálida
la parte derecha de la cama
y preparada la mesa

Quiero tender en la azotea
como la ropa blanca,
mis palabras
que a veces tímidas
o cobardes
se agolpan y no salen
de mi pecho

Tú tejes
sin alardes
y trenzas un dechado
que me guía

con ese abecedario
sencillo
con esas letras cuidadas,
primorosas
que salen de tus manos
sin que tú te des cuenta
el poema de mi vida
lo bordas cada día






martes, 17 de marzo de 2015

Monumento a la desmesura

Ahora salen con que van a poner un monumento al costalero de Sevilla.
Nada más y nada menos que enfrente de la Catedral, junto al Archivo de Indias, al lado de la Casa de la Moneda, que para más inri, se está cayendo pedazos con todo su valor histórico, artístico, industrial…
Es un monumento a todo lo que detesto de la Semana Santa de hoy: el protagonismo, el folklorismo, el tipismo, el triunfo de lo accesorio, de lo chabacano, de lo vacuo, de lo pretencioso, del esteticismo, del alarde, del “postureo”, de lo cateto, de lo pueblerino... todo lo contrario a la discreción, la elegancia, la delicadeza, la clase, lo auténtico, lo popular, lo decoroso, el estilo, la finura, la tradición, el respeto...
Esto se va desvirtuando a pasos agigantados... ¡pongamos toda Sevilla llena de ninots de bronce: Al nazareno, a la flamenca, al pertiguero, al tío que pone las casetas, al bordador, al jefe de tramo, al Hermano Mayor, ...

Menos mal que Lutgardo García Díaz, este Domingo, nos reconciliará con la belleza y la verdad de todo esto que todavía nos queda…

lunes, 16 de marzo de 2015

Discreción

Pilar sale de casa muy ufana, porque se ha coloreado las uñas con unas pinturas que le regalaron por su cumpleaños. También lleva unos zapatos nuevos. Cuando está en la puerta se detiene un instante, duda pero prosigue, y le dice a su madre: Iba a ponerme la corona (una de purpurina también recibida por su sexto cumpleaños) pero mejor no mamá, que van a ir diciendo por ahí: ¡Mira, la reina!¡Mira, la reina!

Hasta para ella, eso iba a ser demasiado.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Voces populistas suenan cerca del Guadalquivir...

Ayer en clase sobre tutela de bienes culturales, me preguntaban, la confusión propiciada por los medios al respecto es enorme, sobre el debate de las inmatriculaciones de la Iglesia, concretamente de la Catedral de Córdoba.
Aproveché para aclarar un tema que es jurídicamente clarísimo e incontestable y cuya polémica es pura demagogia.
La inmatriculación es un procedimiento que sirve para inscribir un bien a nombre de su legítimo propietario. Este procedimiento puede ser diverso y la Iglesia, tradicionalmente, tiene uno específico y privilegiado, aunque también podría hacerlo, en su caso, por el procedimiento común, obteniendo los mismos objetivos, esto es poner los bienes que son suyos a su nombre en el Registro; hacer coincidir la realidad con la formal y registral.
Pero en todo caso no se discute la propiedad que ha de ser previa. Uno sólo puede inmatricular lo que es suyo.
La Mezquita de Córdoba es propiedad de la Iglesia desde 1236, y ha gozado de ese derecho pacifica, notoria e ininterrumpidamente desde entonces.
El hecho de inscribirlo en el registro no otorga el derecho, que se tiene o no. Simplemente da fe de ese derecho con más fuerza, pero no es constitutiva del mismo y dicha presunción de derecho puede ser destruida con prueba en contrario.

Otra cosa es que uno considere que la Catedral de Córdoba no deba pertenecer a la Iglesia. Díganlo claramente pero no mareen la perdiz.
Podemos votar a Podemos- dije en clase- que no tendrá empacho en expoliar los bienes de la Iglesia, como ya se hizo, qué antigüedad, en el siglo XIX, concretamente en 1835. Pero habrá que atenerse a las consecuencias. Aquello fue una catástrofe de inmensas proporciones, con pérdidas, robos, salidas de España y destrucciones innumerables de nuestro patrimonio histórico, que no se pudo, ni supo proteger, al quedar en manos de una Administración desbordada, lo que llevaba siglos en la de sus legítimos propietarios.

Quitarles los bienes a la Iglesia, vale, esa es otra cuestión, no confundamos una cosa con otra, ¿qué si se puede? Hombre- concluí- poder,lo que se dice poder, ojo, podemos.

martes, 10 de marzo de 2015

Sorpresas

De pronto la maquinita de las bebidas empezó a escupir monedas. Qué tintineo más agradable e inesperado. Eché un euro y me salió una Coca Cola y tres euros más. La sensación de riqueza no me duró demasiado, pero fue agradable. Después metí las monedas en un sobre y las dejé en Conserjería con una nota, para cuando venga el tío de las maquinitas.
El día fue de sorpresas, por la tarde, me quedé impresionado por algo que ya contaré dentro de 10 o 15 días, pues di mi palabra de no revelar el scoop.

jueves, 5 de marzo de 2015

No la toquéis más que así es... la luna

En autobús no sé, pero en bicicleta es un lujo ir al trabajo, aunque Margarita Tatcher dijere lo contrario.
Voy pelando una mandarina y tirando las mondas a la cesta (desde que le he cogido el vicio a conducir sin manos, mis placeres se multiplican) y de repente ¡la luna! Pero no una luna cualquiera, sino un lunón, enorme, redondo, perfecto como una moneda de plata antigua, como un pandero, y le vienen a uno todas las metáforas que en el mundo han sido, y que los poetas se han encargado de regalarnos desde hace siglos, para tratar de apresar ese hechizo indefinible, que se nos escapa, de las cosas.
Entre dos calles y en un segundo huye la visión. Dan ganas de pararse en medio y mirar. Eso que uno nunca tiene tiempo, ni agallas, de hacer, entre otras razones, porque viene un coche y me pita.
Pero la luna me ronda por la cabeza, hasta que, cuando cruzo el río, la veo pletórica en el oeste, tras los arcos del Pabellón de la Navegación de la Expo. Va cruzando de uno a otro, jugando entre ellos, hasta que, burlona, desaparece.
Hay algunas cosas en la vida que uno se quedaría mirando eternamente ensimismado. Esa luna llena, el fuego, el mar, la perfección de la rosa. Como no hay tiempo para embelesamientos, en el tráfago diario, será el poeta el que aprisione eternamente esa esencia, cuando tiene la intelijencia de acertar, tan difícil, con el nombre exacto de las cosas y a ellos acudimos cuando no hay luna o fuego cerca, o mar o rosa.