lunes, 27 de abril de 2015

SINFONÍA PATÉTICA

He visto el vídeo de Pedro I el Patético intentando disimular su miembro y miembra. Da pena, más le valía haber reconocido que en su intento de "visibilizar" (como ellos dicen) a la mujer en el lenguaje para conseguir su "empoderamiento" (como ellos dicen) había cometido la pifia y punto. Por lo menos habría conservado un poco de dignidad. Pero escuchen el "ehh, ehh, permítanme ustedes la broma..."  es para meter la cabeza debajo de la mesa abochornado, rebosante de vergüenza ajena.

Lo del Goytisolo, que por lo que le leído sobre él, debe ser un gilipollas de tomo y lomo, tres cuartos de lo mismo. Quillo, ve en pelotas si quieres escandalizar, pero por favor no esa corbata plebeya, esa chaqueta de color innombrable y ese aspecto de viajante de comercio de los años cuarenta. ¡Patético!



jueves, 23 de abril de 2015

Caballero de hoy

No tengo la foto pero debe ser digna de verse. A la vuelta de la feria, cuando todo el mundo está reventaito intentado pillar un taxi, o yendo a los chirlos mirlos a por el coche o en las larguísimas colas de autobús, cojo yo mi bicicleta, un niños atrás y otra delante, esta con su traje de volantes arremangado y allí me las den todas, a casita muy lindamente desde la mismísima Portada. Yo con mi chaqueta y mi corbata, (me faltaría el sombrero de ala ancha, a veces hasta con el clavel en el ojal) y la gente nos mira y nos jalea con envidia: ¡Ole, ole!- dice uno-¡tú sí que sabes !- ese que tiene una papa la mar de simpática -¡hijo, móntame a mí también- exclama la que lleva los zapatos en la mano, y me voy abriendo paso, a trotecito lento entre la gente que agoniza, como un Cid Campeador o como un Peralta cualquiera en el Real: ¡triunfador!

lunes, 20 de abril de 2015

Cumpleaños feliz

A mediodía lo celebramos en la azotea donde colgué unos farolillos para crear ambiente y soplé las velas de una tarta de galleta y chocolate que hizo Reyes muy tempranito.

Y después a los toros...
Salimos los dos muy arreglados. A mí me daba a hasta apuro, porque se veía a legua que íbamos a la plaza. Una vez  allí ya eres uno más de la turbamulta bulliciosa y colorista, pero antes por las callejuelas medio vacías y soleadas… algún turista hizo fotos. ¡Glup!

Llegar a la plaza de Sevilla un día de gran corrida es toda una experiencia.

La expectación se palpa en el ambiente. Hay una ilusión latente. En los prolegómenos de ningún espectáculo del mundo se encuentra una emoción similar. Y no puede ser de otra manera, entre el ajetreo bullicioso de la tarde, entre las guapas y elegantes mujeres que bajan de los coches de caballo, entre los mil vendedores de agua, abanicos, almohadillas, reventas, o almendras garrapiñadas, que vocean; entre los alamares de los toreros jóvenes que entran en la plaza, con perfiles de busto romano, entre la alegría de luz y cal y albero, planea, literalmente, la muerte.

La plaza de Sevilla, la más bonita del mundo, sin exagerar, está espléndida. Los maestrantes, la cuidan como a la niña de sus ojos.  Aunque imperceptible, es elíptica y no redonda, los arcos no son de pureza geométrica, y tiene algo de humana en su cálida y temblorosa imperfección.
Cómo luce el albero de Alcalá, como el tapete dorado sobre el que se juega la suerte. Y la cal refulge, reverbera, como el corazón del público que espera, trémula, como los toreros asustados y dignos.
El paseíllo es una fiesta, pero cuando se abre la puerta del toril y el redondel está vacío esperando la fiera, cuando concluye la última nota del clarín vibrando entre las columnas y los balcones, un instante de silencio sobrecoge. Llegó la hora de la verdad.
En esta sociedad pusilánime y feble de la postmodernidad este espectáculo sigue siendo verdad porque se juega con la vida y la muerte y eso gustará o no, pero es auténtico y en su prístina esencia, es puro.
Y mira que se disimula, con las luces y el colorido de los trajes, y las mariposas de los capotes revoloteando en la tarde, como rosas, desplegados, y el sonido de los pasodobles y los cascabeles de las mulillas, y los gallardetes flameando y los toldos rayados y el sol que divide el redondel en sombra y luz, para destacar más la paradoja. Juego y lucha. Peligro y frivolidad.
No voy a describir aquí más una corrida en la Maestranza, pero merece la pena comprobar este espectáculo en vivo.
El silencio, que se hace en los momentos de una faena de muleta, es tan serio como lo que se está jugando allí, sacraliza el espacio, que se convierte en un templo. Cuando de pronto es roto por las notas fulgurantes, que estallan, del pasodoble, y el animal y el hombre se ensamblan formando un todo armónico, toda la plaza se conmueve y pasa a formar parte de ese círculo perfecto, de esa espiral de belleza y espanto que ante sus ojos se desarrolla.

Dos orejas a Manzanares. Ponce elegante y Lama de Góngora tomó la alternativa. Le brindó el primer toro a su madre, que cuando terminó se fue. Ya no estuvo en el siguiente y nunca más pisará una plaza donde su hijo se juegue la vida cada tarde.
De purísima y plata el cielo al entrar, de nazareno y oro cuando salimos y se desangraba el río bajo las lomas negras del Aljarafe.

Llegamos a casa, el chico de Telepizza, nos subió la oferta de tres “medianas” a elegir, como tres plazas de toros rellenas de queso y champiñones, como tres farolillos de feria.
Los niños encantados, la Giralda brillante, la noche alegre como un gato desperezándose sobre mi azotea.

Mi cumpleaños, muy bien, gracias. 

miércoles, 15 de abril de 2015

To buy or not to buy...

La pena de no ser medianamente rico es tener que optar.
Como se acerca mi cumpleaños puedo elegir uno, pero no todos los regalos que yo me compraría, a saber:

Un retrato al oleo de la escuela inglesa del XIX de pequeño formato, con un marco de cobre, de un niño rubio de perfil, en la casa de subastas de al lado de mi casa. 80 €

Vista de la sala de subastas Isbiliya ayer
Un libro encuadernado en pergamino, de mil setecientos y pico, con el papel verjurado con su marca de puntizones y corondeles, blanco con unas letras de imprenta que conservan toda su nitidez. Se trata de un Anuario Cristiano proveniente de la biblioteca de un Convento de Monjas de Clausura de Osuna. En la maravillosa librería de viejo que han estrenado también al lado de casa, en la Calle Boteros. Precio 18 €.


La nueva librería de viejo. Pasada total.

Aquí se ven los sillones que permiten leer "gratis" en su interior y que ya me gustaría usar a menudo.


Un cuadro de la exposición que inauguraron ayer  mis amigas, Lucía Ortiz, Lupe Coronel o Marta Navarro, en la galería de Siete Revueltas, al lado de casa también. Los de pequeño formato se pueden conseguir por 80-100 €.
En la pared los cuadros de Lupe

Ayer en Siete Revueltas

El Libro de Güelfos XXI, de Armando Pego Puigbó. Editorial Vitela. 14 €.
El libro Pompa y Circunstancia,de Ignacio Peyró,  sobre Inglaterra, en la Casa del Libro. 49,50 €.

(Tengo que decir que estos dos libros van a caer sí o sí. Estoy deseando leerlos. El primero además no guarda proporción entre su calidad y su precio, entre pitos y flautas lo he ido retrasando pero lo voy a encargar esta tarde mismo.)


El cinturón de colores del escaparate de O,kean,  de estos que traen de Argentina o por ahí, bastante chulo. 39 €.

Por supuesto, compraría cosas que se escapan de mi presupuesto, aunque relativamente asequibles para una economía bien saneada, (no es mi caso). En la misma casa de subastas Isbiliya, descartando el Velázquez,
Al fondo el famoso Velázquez que se me escapó de las manos.
cuya venta presencié ayer, por 750.000 €, me llevaría un paisaje de Bacarisas por 3000 €, un busto de una joven de Coullant Valera por sólo 900 €, ... también los fantásticos zapatos ingleses del escaparate de la Plaza Nueva de 398 €, o los jerseys de cachemira de no se cuantos...

En fin este post, será mejor que se lo pase a mi mujer y sea ella quien me saque de dudas.

Como ven tengo bastantes "objetivos" que alcanzar, por ahora sólo lograré uno o ninguno.

A lo mejor, quizá es al revés, la pena sea ser medianamente rico y no tener que optar...


lunes, 13 de abril de 2015

Camino del trabajo

Entre naranjos
quemando los rastrojos
se enciende el día

CARA Y CRUZ

Como un Jano bifronte, la Ciudad tiene dos caras. En sólo unas horas nos envía mensajes contrapuestos.
El sábado paseaba por la Avenida, cuya regulación y reforma han sido un desastre: peatones, ciclistas, tranvía, manteros y “artistas” callejeros, luchan por un espacio libre, el que dejan los cien mil veladores, formando un totum revolutum inimaginable. Antes había aceras con grandes árboles, talados, que no retoñarán, y calzada para los vehículos, hoy desgraciadamente prohibidos, y cada cual iba por su sitio… por seguir con el de Orihuela, para caminar por allí hoy, sangro, lucho, pervivo…
El tranvía apareció con un sombrero cordobés rojo colocado en todo lo alto y disfrazado de lunares… todo el tipismo rancio se queda corto ante tal visión. Una flamenca taconea en un tablao improvisado en una esquina, para recaudar fondos, una tienda establece como reclamos en las aceras camisetas con lemas también muy “del sur”: ¡Ozú, que caló! ¡Cervesa fresquita! Y otras de ese jaez… ¡para que queremos que vengan los de fuera a repetir tópicos, si ya nosotros nos encargamos de exportarlo!  como los delantales de “faralaes” que cuelgan en las entradas de las tiendas junto a los abanicos de plástico… ¡lamentable!.
Para colmo, la deliciosa y exquisita confitería Filella, en cuyos escaparates temblaban las torrijas, resplandecían las palmeras de chocolate y huevo, las trufas y los mantecados, desde hacía casi cien años, ha cerrado y en su lugar han puesto un chiringuito tan sevillano como un  fast food, donde venden salchichas alemanas precocinadas… ¡Toma del frasco!
Caminaba cabizbajo, hundido en un melancólico ubi sunt manriqueño…
Pero ayer, ay, ayer, esta ciudad me reconcilia de nuevo con ella, gracias a la íntima, espléndida, maravillosa y secular procesión de impedidos de la Sacramental del Sagrario. (Más fotos en esta estupenda página web sobre Sevilla)
Fundada por Teresa Enríquez en 1511, esta hermandad rinde culto al Santísimo Sacramento desde hace cinco siglos… y claro se nota.
Santiaguito había sido requerido para asistir como monaguillo pues necesitaban gente, nunca se lo agradeceré bastante a mi amiga MP.
Nada más entrar a las nueve de la mañana en la Sacristía, compensaba del madrugón un domingo, cuadros de Matías de Arteaga y Alfaro, Herrera el Mozo, plata labrada del XVIII, cajoneras inmensa de roble tallados del XVII, paños de azulejos de 1657… una barahúnda de niños y jóvenes vistiéndose con roquetes, casacas de terciopelo, gorgueras…


Para que los enfermos de la feligresía puedan cumplir el precepto de comulgar por Pascua Florida, la procesión se encamina por unas calles de una Sevilla, solitaria y auténtica… calles recién regadas, cielo por estrenar, la banda de música toca el himno nacional cuando el sacerdote entra y sale de la casa de los impedidos, la capa pluvial de este, nada más que eso, ya vale un imperio, una tela exquisita de brocado y seda de colores, con ramas y flores, con mínimo trescientos años de antigüedad, que conserva la viveza aun, y la frescura de un ramo recién cortado…


Los niños portan la campanita que avisa de la llegada del Señor, un almohadón antiguo, para arrodillarse el sacerdote, un canasto con pétalos para alfombrar las calles, el altar portátil para colocar el arca con el Sacramento en el interior de las viviendas…




Todo es perfecto, como la luz del sol temprano que al filtrarse entre las nubes de incienso forma imágenes evanescentes, oníricas, quizá de la ciudad que soñamos y que gracias a secretas costumbres como esta, nos reconcilia con ella, nos rescata de la chabacanería imperante y no permite, gracias a Dios, seguir soñando.

lunes, 6 de abril de 2015

Sus ángeles ven continuamente el rostro del Padre y ellos intuyen que la tumba está vacía

Iba como un gorrión, pidiendo cera y caramelos a los nazarenos. Pegaba saltitos, se ponía a la pata coja, llamaba a los penitentes para que se percatasen de su ínfima presencia... y gorjeaba de gozo cuando recibía una piruleta o una estampita.
Su madre y yo la mirábamos hacer mientras esperábamos la llegada del paso, conmovidos.
Llegó un momento, ay, cuando crecí, en que olvidé que los nazarenos daban caramelos... mi hermandad va de negro y no lo hace.
Me asombró y me chocó que se siguiera haciendo, cuando comencé a llevar a mis hijos en brazos a ver las procesiones.
Bendita Semana Santa, que endulza la espera de los niños con dulces y cera de luz, como anticipo de la Resurrección.