domingo, 5 de noviembre de 2023

DEMOCRACIA O AUTOCRACIA, ESA ES LA CUESTIÓN

 


Estamos en uno de los momentos más crítico de la historia de España. Está amenazado el régimen que nos dimos en el 78, nos estamos jugando nuestra libertad, esto es, la vida. Ahora el enemigo es interno, mucho más peligroso y sibilino que los golpes de estado de Tejero o Puigdemont porque Quis custodiet ipsos custodes?

La “pendiente resbaladiza” que se inició con la alteración del espíritu de la Constitución cuando un joven Felipe González llegó al poder, y se interpretó torticeramente la forma de elegir a los miembros del CGPJ para someterlos al ejecutivo, mantenido por todas las mayorías absolutas que después han sido, no lo olvidemos, fue el inicio de la destrucción de la separación de los tres Poderes del Estado. Comenzó a minarse la independencia del judicial (Montesquieu ha muerto, dicen que se dijo).

Mal que bien las democracias van funcionando cuando sus protagonistas tienen un mínimo de respeto a la ley, un resquicio de lealtad, un ápice de decencia, que les impida perpetrar felonías flagrantes, pero esta separación se hace imprescindible cuando llegan al poder personajes siniestros, sin escrúpulos, de tintes autoritarios, sin conciencia, ni moral, salvo perpetuarse en el poder. Es en momentos aciagos, como ocurre ahora con Pedro Sánchez Castejón, presidente en funciones, cuando ese equilibrio de poderes debiera salvar la democracia de las garras del tirano.

Desgraciadamente, los instrumentos fallan, se ha ido manipulando el ordenamiento jurídico para llegar a una situación en la que hasta se duda de la neutralidad del máximo Tribunal garante de la Constitución, en cuya composición influyen las mayorías gubernamentales.

Conviene recordar que en España se viene tildando públicamente, sin pudor, en medios de comunicación y en cualquier foro, a jueces de “progresistas” o “conservadores”, lo cual es la perversión más absoluta de lo que debe entenderse por un juez, “independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley”. Adjetivar a un juez no es más que acreditar su parcialidad.

Si esto lo hemos admitido sin sonrojo no debe extrañarnos que tras estos polvos lleguen estos lodos. Polvo, precisamente, con el que algunos magistrados, véase el actual presidente del TC, no duda en afirmar que pueden mancharse las togas en el camino.

Hay épocas en las que la historia da un quiebro para despeñarse en el abismo, el padre Mariana ya nos advertía en su De rege et regis institutione, situaciones como la llegada “legítima” de Hitler al poder, la traición del Rey Felón, la deriva opresiva de la II República tan bien acogida en principio, o ahora, en España, la traición que trata de perpetrar el presidente Sánchez y el partido socialista vendiéndose a los etarras y los delincuentes independentistas fugados para sentarse en la poltrona caiga quien caiga, en este caso, la Democracia. No se trata ahora de derechas o izquierdas si no de libertad o dictadura.

Los españoles no podemos permitir esta deriva terrible. Debemos hacer todo lo posible para parar ya esta deslealtad, ilegitima y anticonstitucional. De lo contrario la sangre si llegará al río.