sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Luz, más luz!

Me manda mi hermana este vídeo casero, hecho en la noche de ayer, cuando se inauguró la  iluminación de la Iglesia del Hospital de la Santa Caridad, una de mis favoritas de Sevilla.
Cantaba el coro del colegio Entreolivos en el que participa mi sobrina Isabel.

Poco a poco se van encendiendo las bóvedas y los Murillos y las obras de arte inigualables (a pesar del expolio de Soult)

Me parece perfecto para felicitar la Navidad. Hoy llega la Luz de Mundo.

En este día, cuando comienzan a alargarse las tardes, concluyo con las últimas palabras que dicen pronunció Goethe y pido yo también para todos:

¡Luz, más luz!



jueves, 22 de diciembre de 2016

Vísperas de Navidad

Día de vacaciones. Los dos.
Me levanto y pongo el soniquete de la Lotería de fondo mientras me tomo el café. Inevitablemente regreso al pasado. Reyes ya vuelve de llevar a los niños del colegio y se toma otra taza conmigo.
Aprovechamos que es temprano para salir sin gente y echar la carta de los Reyes Magos.
Hace frío, pero el sol brilla intenso en un cielo  claro y azul, y reverbera en  las bombillas apagadas de las guirnaldas de Navidad.
En Decatlón compramos tres pares de zapatillas de deporte de varias tallas y algunas cosas más. Mientras Reyes paga me adelanto a misa de once, donde la espero. La Capillita está dorada y espléndida, con flores de Pascua colocadas entre las  volutas de los retablos barrocos. Esperando al Niño, la cuna vacía al pie del altar.
Comulgando juntos en la mañana de un jueves cualquiera, por lo extraordinario, lo disfrutamos más.

En la tienda de ropa nos atiende la dueña, joven y con estilo, y se extraña de la ausencia de público, quizá por la lotería. De pronto nos sorprendemos hablando de nuestros recuerdos de infancia, de las vacaciones que solían comenzar este día, de nuestras madres haciendo deliciosas comidas, de los olores del pavo, de la carne  en el horno, y ella va evocando el perfume de su madre cuando era pequeña y el de los jacarandas del jardín de su casa y el césped recién cortado del verano y la dama de noche de los patios... de repente nos callamos. Nos hemos dejado llevar. Debe ser el sonido de la lotería, la cercanía de la Navidad. Nos deseamos suerte aunque no nos haya tocado la lotería. En todo caso no nos podemos quejar- dice ella. No nos podemos quejar- corroboramos.

Salimos llenos de bolsas, y entramos en el Labradores para hacer otra parada. Café en el bar. Está casi vacío. Con su zócalo de madera y su reloj antiguo, tanto como el camarero de siempre, todo tiene un aire indefectiblemente ingles. Aprovecho que en la barbería no hay nadie, pues tengo ya unas greñas indecentes. Llevo el periódico, que no leo, La radio emite la lotería y el aura de la Navidad se hace presente. Hablamos de esto y aquello y de su hijo que estudia en Barcelona primero de Medicina. Ha tenido que irse hasta allí -pero mañana vuelve a casa- me dice contento. -Como el anuncio- le respondo. -Como el anuncio- contesta él un poco emocionado.

Salgo con un peso quitado de encima. Ahora a otra zapatería y luego a otra. Mas bolsas.
El sol nos deslumbra por la calle Cuna y se abre en una verónica en la Plaza del Salvador. Dejamos los paquetes y aprovechamos para recoger a los niños del colegio.
Nos cruzamos con una madre que viene de vuelta.  -Anda, qué bien los dos- nos dice alegre- Si, los dos- Sonreímos, A los diez metros otra madre- Mira, qué bien los dos-
Qué bien, los dos- Confirmamos.

Nos damos cuenta que es un pequeño lujo poder ir tranquilamente a recoger a los dos pequeños.
Aprovechamos y tomamos una tapa de adobo en el barcito típico junto a Tetuán, donde siempre pasamos deprisa perseguidos por el olor delicioso de los boquerones. Hoy nos paramos. Hace no mucho pasé un rato inolvidable con mi amigo A., hablando de poetas y poesías, entre cervezas, tortilla de patatas y frituras de adobo.
Hoy Pilar lleva un globo que golpea las narices de los parroquianos, y dos colas con sendos lazos azules, como el uniforme del colegio. Pide calamares. Le damos calamares. Piden Fanta. Les damos Fanta. Hoy se lo concedemos todo. Estamos facilones.

En casa me espera un sobre con una felicitación de navidad, que me hace gran ilusión, quizá sea la única que reciba por correo postal. Como siempre está primorosamente editada, me recreo en ella, es un gusto tocarla, mirarla y leerla.

Van llegando los mayores y se van sentando a la mesa. Estrenamos mantel de cuadros rojos. No nos ha tocado la lotería, a pesar de que por un momento Reyes creyó que su decimo terminaba en trece, pero ni eso, ¡comenzaba por trece!

Con el barbero y la dependienta ya habíamos filosofado sobre lo que verdaderamente es apreciable y cómo no lo percibimos habitualmente.
Por ello cada vez que entraba uno de mis hijos les gritaba- aquí viene otro de mis "gordos"- y se quedaban un poco extrañados. Sí, sí, tengo cinco gordos de Navidad- exclamaba. Ellos se reían y se decían unos a otros que aquel todo lo más sería la pedrea o esa otra el reintegro.

Manolito nos dice que el Claustro de profesores le ha felicitado. Nos extrañamos todos. A Ignacio si le felicitan, pero saca una notas muy buenas,  sin embargo el petardo de Manolito... Sí, concluye- me han dicho que por mi cambio de actitud. Vaya, qué alegría me llevo, parece que las reconvenciones de su madre y mías hacen su efecto.

Por la tarde he ido a correr, (ahora se dice running) sólo veinte minutos, por poco no me parto en dos. Me dolía todo. La flexibilidad la deje olvidada no sé donde. Me sentía como un tanque oxidado de la Primera Guerra Mundial.

Otra alegría, me llama  A y nos felicitamos las Pacuas.

Por la noche sale la Virgen del Rocío del Salvador, como cada 22 de diciembre. La Plaza llena. Las calles con coros y rondas de campanilleros esperándola. El ambiente festivo y alegre. Un bullicio feliz.

Después nos hemos ido al cine. En la barra de "La Azotea" de la calle Zaragoza hemos tomado unas tapas. Una de merluza en salsa de gambas, riquísima.
La película me ha encantado. Es lenta  pero a mi no se me ha hecho larga. "Paterson", sobre un conductor de autobuses que escribe poesía. No pasan grandes cosas, retazos de la vida como vistas por el parabrisas del autobús. La relación de una pareja que se quiere. Los deseos más íntimos de una y otro, las pequeñas ilusiones de cada día. Aprender a tocar la guitarra, decorar unas cortinas o hacer un buen poema. Con delectación nos presenta el pasar de los días de una semana. Merece la pena.

Y arrebujaditos en los abrigos hemos regresado a casa echando vaho en la noche.

Sólo nos quedaba colocar las chucherías junto a la almohada de Pilar. Antes de ayer se le cayó el diente mientras cenábamos fuera. Al ratón  se le olvidó recogerlo. Ayer se le olvido a ella ponerlo. Hoy han colocado su hermano y ella una tacita para el agua y una escalera de peldaños de Lego para que pueda subir.
El ratón ha cumplido su cometido.
Tras un largo día de vacaciones se acuesta, feliz, ya en vísperas de Navidad.






martes, 13 de diciembre de 2016

Una bandera en la popa



Por casualidad estaba puesta La1 y yo dormitaba sobre el sofá tras un largo día, recién acabado de repasar inglés con Pilar "We must do the homework every day" decía el libro.
En la duermevela abría los ojos. ¡Vaya una película española sobre un viaje de ultramar!. Por supuesto no me interesó lo más mínimo. ¿Cuándo saldría la consabida y vulgar escena de sexo o el cura infame o los bárbaros españoles golpeando a los indígenas? y se me cerraban los ojos, derrotado.
De fondo escuchaba algo sobre vacunas y viruela y los abrí perezosamente. Entonces vi una fragata con una gran bandera española, tremolando al viento, enorme, en la popa, roja y gualda, en una toma a vista de pájaro, sobre el azul del mar. 
Una bandera española, en una película española y ondeada sin complejos, es más, unida a imágenes bellas y positivas. Algo falla.
Y verdaderamente algo falla cuando un español normal se extraña de que en una serie realizada en su propio país la bandera aparezca y no sea para humillarla o denigrarla.
Ya me picó la curiosidad y continué viendo el final. Se trataba de la odisea del médico Balmis, y la única mujer de la expedición, Isabel Cendal, que llevó la vacuna de la viruela a principios del XIX a América y Filipinas, salvando millones de vidas. 
Los personajes eran buenos, con fines nobles, hasta el Virrey, que era un poco tonto, no era un gran malvado y para colmo, hasta salía un cardenal bondadoso y un cura, que aunque antipático no era un canalla.
La película transmitía valores y ensalza la labor española impulsada por la Corona.

Es algo ya sabido y lamentable, que nuestro país no haya sido capaz de recrear la épica de nuestras inmensas aventuras que tanto bien han hecho a la humanidad. Por el contrario nos hemos hecho cómplices de la leyenda negra. 
De películas de la Guerra Civil estamos hasta las narices.
¿Para cuándo la de personajes admirables de la epopeya americana?¿Para cuándo un Blas de Lezo, un Hernán Cortes, un Díaz del Castillo, un Sebastián Elcano, un Vasco Núñez de Balboa o cualquiera de los miles de personajes que cruzaron los mares y realizaron gestas increíbles, inauditas, fascinantes y valerosas.
Para cuando la lucha contra los moros y esa Reconquista esplendida llena de fe y audacia, con personajes que parecen salidas de un libro de aventuras fantásticas.

La Conquista del Oeste Americano nos ha llenado de peliculones esplendidos donde se canta las proezas de los pioneros. ¡Oh, gran J. Ford cuanto te debemos! Las gestas de nuestra patria dejarían en pañales a aquella y sin embargo, resulta que cuando veo una película que trata de ello me extraño y me asombro.  
Qué nos pasa, que solo queremos lo repugnante, lo sórdido, lo maligno y lo villano.
Ayer me di cuenta de que estoy hasta... de un arte, y el séptimo arte no se queda a la saga, lleno de vulgaridad, feísmo y perversidad, donde lo malo nos lo presentan como bueno y viceversa, donde nos quieren vender lo inmoral como decente, lo repelente como verdad y donde se relega la belleza como accesoria e inútil.

Qué hartura. Con lo necesitado que estamos de buenos ejemplos. No se equivocaban, no, nuestros abuelos con la hagiografía tan denostada. Prefiero que mis hijos tengan como ejemplo a Dominguito el Sabio que a una fulana iconoclasta.


Y todo porque ayer en la tele vi una bandera de España tremolar orgullosamente. 

viernes, 9 de diciembre de 2016

¡BRAVA!



Las cuatro voces principales fueron espléndidas ayer en la Ana Bolena del Maestranza. La mezzo georgiana Ketevan Kemoklidze con un registro amplio y matizado (inolvidable el duo Dio che mi vedi in core) e Ismael Jordi; qué timbre, qué afinación. Tiene una voz aflautada, delgada, recuerda al inefable Kraus, que se adapta a la perfección a la coloratura donizettiana.

Pero excelsa estuvo la norteamericana Ángela Meade.

Cuando quedó sola en el escenario y comenzó a cantar el aria en que, enajenada, suplica volver a su dulce pasado cerré los ojos y empecé a volar. Y no exagero. Sentí como se me erizaba la piel. La dulzura, la delicadeza, la pureza, la sensibilidad, la transparencia, la sutileza de la voz de la Meade, nos elevó, nos dis-locó, porque ya no estábamos en una butaca del teatro sino en el

 dolce castel nati,
en el  
queto rio 
che i nostri mormora sospiri ancor. 
 
La nota final quedo flotando en el aire, vibrando en el silencio, como la cuerda destensada que expulsa la última flecha.
No me pude contener y mi ¡brava! resonó también en el teatro verdaderamente agradecido ante tanta hermosura regalada. Mi mujer me pegaba codazos, pues ama la discreción, y no es que a mí me guste llamar la atención, pero cómo no agradecer momentos tan sublimes. Allí, tan cerca del escenario, con la cantante quieta, trasformada, en éxtasis.

Lo estaba esperando, lo merecía absolutamente:


¡Brava, Brava! 

viernes, 2 de diciembre de 2016

Una de conciliación


Llegamos a la inauguración un poco tarde. El mundo del arte se daba cita para contemplar  la "Abstracción andaluza 1957 al 1982".
Saludos a un lado y a otro. Sonrisas. Besos. 
Unas chicas monísimas vestidas de negro nos invitan a una copa de manzanilla deliciosa.
Entre Salinas, Barbadillos, Equipos 57, hábilmente colgados en las paredes charlábamos, diría que frívolamente, si no fuera porque el Arte con mayúsculas es cosa muy seria.

Pero cuánto nos costó llegar.

Nadie diría al ver a Reyes con sus taconazos, que acababa de limpiarse las manos en el delantal  tras empanar las albóndigas y, literalmente, soltarse el pelo que tenía recogido con una pinza,  o que yo acababa de recoger en la bici y bajo la lluvia a Santiaguito de un cumpleaños.
Cuando la última albóndiga salió de la freidora salimos nosotros también apresuradamente, yo intentando que no se notase mucho mi contrariedad por la demora.
Volvimos más relajados.
Aún hube de "colaborar" con Manolito en un poema sobre "Europa" y repasar con Pilar las capas de la atmósfera.
Cuando nos íbamos a la cama me informa Reyes de que "la chica" no puede venir mañana porque está enferma.
Suspira cansada ¡Menos mal que tengo hechas las albóndigas!


¡Glup!