martes, 13 de diciembre de 2016

Una bandera en la popa



Por casualidad estaba puesta La1 y yo dormitaba sobre el sofá tras un largo día, recién acabado de repasar inglés con Pilar "We must do the homework every day" decía el libro.
En la duermevela abría los ojos. ¡Vaya una película española sobre un viaje de ultramar!. Por supuesto no me interesó lo más mínimo. ¿Cuándo saldría la consabida y vulgar escena de sexo o el cura infame o los bárbaros españoles golpeando a los indígenas? y se me cerraban los ojos, derrotado.
De fondo escuchaba algo sobre vacunas y viruela y los abrí perezosamente. Entonces vi una fragata con una gran bandera española, tremolando al viento, enorme, en la popa, roja y gualda, en una toma a vista de pájaro, sobre el azul del mar. 
Una bandera española, en una película española y ondeada sin complejos, es más, unida a imágenes bellas y positivas. Algo falla.
Y verdaderamente algo falla cuando un español normal se extraña de que en una serie realizada en su propio país la bandera aparezca y no sea para humillarla o denigrarla.
Ya me picó la curiosidad y continué viendo el final. Se trataba de la odisea del médico Balmis, y la única mujer de la expedición, Isabel Cendal, que llevó la vacuna de la viruela a principios del XIX a América y Filipinas, salvando millones de vidas. 
Los personajes eran buenos, con fines nobles, hasta el Virrey, que era un poco tonto, no era un gran malvado y para colmo, hasta salía un cardenal bondadoso y un cura, que aunque antipático no era un canalla.
La película transmitía valores y ensalza la labor española impulsada por la Corona.

Es algo ya sabido y lamentable, que nuestro país no haya sido capaz de recrear la épica de nuestras inmensas aventuras que tanto bien han hecho a la humanidad. Por el contrario nos hemos hecho cómplices de la leyenda negra. 
De películas de la Guerra Civil estamos hasta las narices.
¿Para cuándo la de personajes admirables de la epopeya americana?¿Para cuándo un Blas de Lezo, un Hernán Cortes, un Díaz del Castillo, un Sebastián Elcano, un Vasco Núñez de Balboa o cualquiera de los miles de personajes que cruzaron los mares y realizaron gestas increíbles, inauditas, fascinantes y valerosas.
Para cuando la lucha contra los moros y esa Reconquista esplendida llena de fe y audacia, con personajes que parecen salidas de un libro de aventuras fantásticas.

La Conquista del Oeste Americano nos ha llenado de peliculones esplendidos donde se canta las proezas de los pioneros. ¡Oh, gran J. Ford cuanto te debemos! Las gestas de nuestra patria dejarían en pañales a aquella y sin embargo, resulta que cuando veo una película que trata de ello me extraño y me asombro.  
Qué nos pasa, que solo queremos lo repugnante, lo sórdido, lo maligno y lo villano.
Ayer me di cuenta de que estoy hasta... de un arte, y el séptimo arte no se queda a la saga, lleno de vulgaridad, feísmo y perversidad, donde lo malo nos lo presentan como bueno y viceversa, donde nos quieren vender lo inmoral como decente, lo repelente como verdad y donde se relega la belleza como accesoria e inútil.

Qué hartura. Con lo necesitado que estamos de buenos ejemplos. No se equivocaban, no, nuestros abuelos con la hagiografía tan denostada. Prefiero que mis hijos tengan como ejemplo a Dominguito el Sabio que a una fulana iconoclasta.


Y todo porque ayer en la tele vi una bandera de España tremolar orgullosamente. 

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